10 febrero 2025

Retrospectiva de Eduardo Arroyo en el Centro Niemeyer (Avilés)

de

Una muestra que reúne más de sesenta obras de uno de los máximos exponentes del arte contemporáneo español.

Vista de la exposición 'Una biografía pintada' de Eduardo Arroyo. Cortesía del Centro Niemeyer © Manuel Carranza

La Cúpula del Centro Niemeyer acoge hasta el 4 de mayo la exposición Una biografía pintada, dedicada al artista Eduardo Arroyo (Madrid, 1937-2018). A través de una selección cuidada de su obra pictórica, la muestra exhibe el legado de una de las figuras clave del arte contemporáneo español.

Comisariada por Marisa Oropesa, la exposición traza un recorrido de más de medio siglo, desde los años sesenta hasta el fallecimiento del artista. En su trayectoria, claramente reflejada en la muestra, pueden distinguirse dos grandes etapas: su exilio (1958-1976) y el periodo posterior a su regreso a España (1976-1998).

En 1958, Arroyo se exilió en París como rechazo al franquismo. Se estableció en el barrio de Montparnasse, donde entró en contacto con diversas corrientes artísticas que reivindicaban la figuración narrativa como herramienta de crítica política y social. Su obra representa la continuidad de la identidad del artista forjada por las vanguardias de los años treinta, en la que influyeron de manera decisiva figuras como Pablo Picasso y Joan Miró.

Una biografía pintada permite al público explorar los temas recurrentes en la obra de Arroyo, aquellos que lo convirtieron en un referente de las últimas décadas. Mientras que en sus primeras creaciones la denuncia explícita contra la dictadura franquista es evidente, con el tiempo su lenguaje artístico se vuelve más irónico, sutil e íntimo.

Eduardo Arroyo, ‘Los cuatro dictadores’, 1963. Fuente: Museo Reina Sofía

Uno de los ejemplos más significativos de su obra, presente en la exposición, es Los cuatro dictadores [Franco, Salazar, Hitler y Mussolini], presentada en la III Bienal de París. Esta pieza, que provocó un escándalo diplomático y fue posteriormente censurada en España, demuestra el uso del humor y la ironía como señas de identidad en su eclecticismo artístico.

Un elemento imprescindible en su iconografía es el folclore español, al que otorga un nuevo significado y que lo acompaña a lo largo de los años con diversos propósitos. Desde la botella de Tío Pepe hasta el sombrero cordobés, estos objetos aparecen en distintos escenarios y reflejan sus intereses personales, como el boxeo o la tauromaquia.

En lo que respecta a su estilo, el propio Arroyo lo definía como una figuración narrativa que se alejaba del pop art, movimiento con el que nunca se sintió identificado. Su rechazo a las tendencias pasajeras y la frescura de su obra pueden atribuirse a su formación autodidacta. Además, destaca su uso de colores vibrantes, que combina magistralmente con tonalidades oscuras, especialmente en aquellas piezas influenciadas por el cine negro, una de sus grandes pasiones.

A través de la obra de Eduardo Arroyo, los visitantes de esta muestra no solo serán testigos de distintos sucesos políticos e históricos, sino que también disfrutarán de sus reinterpretaciones de maestros como Van Gogh o De Chirico, a quienes descontextualiza con una visión única y personal.

Eduardo Arroyo, ‘Peintres aveugles’, 1982. Cortesía del Centro Niemeyer
UVNT Art Fair
Redacción

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