Lejos de presentarse como obras concluidas e inalterables, los objetos de esta muestra son códigos abiertos. Activan procesos y encuentros, favorecen diálogos y están fundados en la voluntad del artista de acercarse con sentido del humor a un entorno social que se presenta cada vez más pesimista y atomizado. Planteando una serie de experimentos que articulan la realidad de forma comunitaria, Jiménez Landa intenta recuperar la distancia entre individuos a través de gestos que desarrollan relaciones horizontales y revelan el potencial del saber escuchar, apoyar y dejarse ayudar en lo cotidiano, de aprender a armar relaciones como una forma de cuidar de sus propios entornos. De aquellos encuentros que se produjeron quedan aquí los rasgos tangibles: las evidencias de que algo aconteció más allá de los objetos que percibimos, más allá de las paredes del museo. Estos objetos, a la vez, revelan la permeabilidad de las arquitecturas tangibles e intangibles y reconfiguran, de manera imperceptible, el espacio museal en cuanto organismo vivo.