Durante la pandemia causada por la Covid-19, se han perdido unos diez millones de puestos de trabajo en el sector de las industrias culturales y creativas a nivel internacional. Esta y otras cifras para nada tranquilizadoras se pueden encontrar en Re|shaping policies for creativity, un nuevo informe de la UNESCO que perfila «una crisis sin precedentes en el sector cultural». La emergencia sanitaria ha contribuido a destapar las cartas dado que, según se puede leer en el informe, los problemas se han visto agudizados por años de recortes de los fondos públicos en el ámbito cultural.
«La red de seguridad social para los artistas en muchos países ya era inadecuada, sin embargo la pandemia ha puesto de manifiesto cuán vulnerables son los trabajadores de los sectores cultural y creativo». Así recita el informe que invita a los gobiernos a garantizar una mayor protección del trabajo para la industria creativa, incluida la definición de un salario mínimo para los trabajadores culturales –como se propuso recientemente en Irlanda–, así como mejores planes de pensión y pago por enfermedad para los autónomos. «Incluso en países con sistemas de seguridad social diseñados para autónomos o profesionales autónomos (que constituyen una parte importante de de la economía creativa), un porcentaje significativo de dichos trabajadores a menudo no eran elegibles», continua en el informe.
Según otro informe de la UNESCO, publicado en junio de 2020 y elaborado en colaboración con el ICOM – International Council of Museum, 85.000 instituciones culturales se vieron obligadas a cerrar temporalmente sus puertas en 2020, alrededor del 90% de los museos de todo el mundo. Por otro lado, 1600 museos internacionales (el 13%) declararon su cierre definitivo, habiendo ya perdido sus puestos el 20% de los trabajadores de los museos.
Esta es a todos los efectos una paradoja, porque la cultura es una de las economías más avanzadas y de mayor crecimiento, aunque solo sea gracias a las enormes posibilidades que ofrece el acceso digital a contenidos y productos. De hecho, la demanda cultural ha aumentado exponencialmente y el impacto económico del sector, globalmente, es del 3,1%, con un 6,2% de trabajadores sobre la plantilla total. Pero el crecimiento de la demanda no va acompañado de una distribución equilibrada de las oportunidades laborales. Por lo tanto, el sector permaneció endémicamente vulnerable, en medio de presupuestos públicos ajustados y el cese de las inversiones privadas. En 2020, según la UNESCO, el valor bruto global de la industria creativa disminuyó $750 mil millones, a pesar de varios programas de subvenciones para artistas lanzados por gobiernos nacionales y locales.
En el informe, la UNESCO recomienda emprender no solo una campaña de inversión pública, sino también acciones específicas para salvar las desigualdades de ingresos que existen, por ejemplo, entre los servicios de streaming –cada vez más populares– y los creativos que producen contenidos digitales. En los últimos dos años, el proceso de digitalización se ha vuelto cada vez más «central para la creación, producción, distribución y acceso a las expresiones culturales. En consecuencia, las multinacionales de servicios en línea han consolidado su posición, al tiempo que han hecho más evidentes las desigualdades en el acceso a Internet», abriendo así otra cuestión sobre la accesibilidad real de los recursos culturales.
Aquí puedes leer el informe completo.
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