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Cordova, un imán periférico

Cordova es un proyecto sublime; un generador de experiencias insólitas que han dejado un gran impacto en la escena del arte contemporáneo barcelonesa. Bajo la ideación y dirección de Cory John Scozzari —originario de Florida, EEUU—, la galería ha ido mutando líquidamente desde sus inicios en Viena en 2015. El proyecto ha llegado, de hecho, a Barcelona para mudarse en la zona de Hostafrancs primero, y encontrar un nuevo hogar en su actual espacio de la Zona Franca industrial, luego. Aquí la galería cumplirá dos años el mes que viene.

Cordova oscila entre galería y laboratorio de experimentación y ha proporcionado una plataforma expositiva para 27 proyectos de artistas de varias procedencias. Nombres familiares en Barcelona como Claudia Pagès (Barcelona, 1990), Pepo Salazar (Vitoria-Gasteiz, 1972) y Claudia Dyboski (València, 1997) cohabitan con joyas frescas como Mohammed Abd Alwasi (Irak), Jaakko Pallasvuo (Finlandia, 1987) y Pin Hui Chen (Taiwan, 1986). Gracias a esta riqueza, Cordova ha fomentado una gran confluencia entre autores emergentes y de media carrera.

Vista de «She’s out hunting» de Claudia Dyboski, 2021. Fotografía de Roberto Ruiz. Cortesía de Cordova.

El proyecto llevaba 4 años en un local discreto en el barrio de Hostafrancs y contaba con 16 exposiciones individuales y colectivas. Era un espacio extraño, desconcertante incluso. Cada exposición transformaba la totalidad del local, las obras actuando casi como un grupo de anarquistas parasíticos. A pesar de esto, no se podría describir su actividad como agresiva ni ruidosa, sino más bien como softpunk.

La Jefa de Programación y Proyectos de la Fundació Joan Miró, Martina Millà, frecuentaba el local junto a otras figuras importantes que han mostrado un apoyo considerable a la galería. Ahora en el nuevo espacio de Zona Franca inaugurado el pasado marzo de 2020, ya han recibido un aumento de fama con visitas emocionantes de la talla de la cantautora estadounidense Caroline Polachek. Scozzari siempre ha sabido mediar entre lo más contracorriente y lo más softcore; una estrategia no necesariamente intencionada que ha atraído el interés de grandes figuras institucionales y de un público joven, alternativo y comprometido con la cultura en la capital catalana.

Vista de «Trace or Save 20% (Igual y Rival)» de Pepo Salazar, 2019. Un proyecto en colaboración con The Green Parrot. Fotografía de Roberto Ruiz. Cortesía de Cordova.

El mero acto de entrar en el edificio que alberga el espacio provoca resonancias con la obra del cineasta David Lynch: es crudamente industrial, con un ascensor muy a juego. Es silencioso y de repente fragoroso, a causa de los mismos elementos industriales que emiten gruñidos y gemidos agudos. Hay luz escasa; paredes y suelos texturales. La entrada premonitoria te prepara para el contenido sutilmente —o no tan sutilmente— apabullante de Cordova.

El espacio expositivo está situado en la tercera planta del edificio y la comparte con Choro, un taller de artistas compuesto por Victor Ruiz Colomer (Barcelona, 1993), Martin Llavaneras (Lleida, 1983), Noela Covela Velasco (Pontevedra, 1994), Xavier Gamito y más. Han designado el nombre FOC al recinto que alberga Choro, Jokkoo y, ocasionalmente, Saliva; proyectos que a menudo coordinan para que sus eventos respectivos coincidan.

Destaca el colectivo de artistas y DJs, Jokkoo, compuesto por Maguette Dieng (Mbodj) Baba Sy, Oscar Tylor (Opoku), Nico Beliot (Mookie), Ismäel Ndiaye (B4mba) y Miriam Afroh. Su trabajo se centra en la promoción de la música y cultura vanguardista del continente Africano y su diáspora, y es una de las colaboraciones mutuamente beneficiosas mas fundamentales y fértiles que ha hecho la galería hasta la fecha. Ilustra, pues, otra estrategia, quizá no intencionada, para hacer florecer la comunidad creativa periférica que es FOC y otras comunidades en la ciudad como la del colectivo LGTBQI+. En otras palabras, Cordova define tendencias alternativas mediante la colaboración, la convivencia y el rigor experimental.

Ahora bien, después de 7 años de existencia, Scozzari quiere hacer crecer la galería. Subvencionada sobre todo por varias ayudas del Ajuntament de Barcelona y la Generalitat de Catalunya, todos los proyectos expuestos han sido comisionados expresamente por Cordova. Cuenta con un consejo asesor compuesto por agentes potentes como Hiuwai Chu, Claudia Pagès, Manuel Segade, Edward Gillman, Lydia Ourahmane y Jean Claude Freymond Guth quienes ofrecen asistencia con temas de recaudación de fondos, para ayudar con la futura estructuración económica de Cordova.

Vista de «Tiny Furniture 2» de Jaakko Pallasvuo, 2020. Fotografía de Roberto Ruiz. Cortesía de Cordova.

Por este motivo, el fundador está asumiendo cada vez más una posición directiva en lugar de una únicamente curatorial. Adrián Rodríguez, co-fundador de la plataforma de eventos TORO, es una incorporación de los últimos meses que da apoyo a las gestiones de la galería junto a su promoción en las redes sociales. Esta colaboración, y el hecho de que la galería cuenta con un despacho, le ha dado el espacio y el tiempo a Scozzari para poder idear nuevas vías de visibilidad para Cordova. Insiste que no es un galerista, sino un curador que por casualidad opera en una galería. Por eso, las exposiciones han intrigado a un abanico de perfiles distintos pese a su ubicación lejos del centro de la ciudad. Scozzari no lo ve como un reto insuperable. De hecho, afirma que el traslado ha fortalecido sus relaciones con su público fiel y hambriento.

La mayoría de las colaboraciones con artistas surgen de encuentros que había tenido Scozzari en el pasado durante sus estancias en Viena, EEUU, Finlandia y Londres. Conceptualmente, su selección se basa simplemente en la concordancia que los artistas tienen con su proyecto y sus ideales.

El mes que viene, cierra Eyes Jr.; una experiencia instalativa y audiovisual de Ellie Hunter (California) y Anni Puolakka (Oulu, Finlandia). Una enorme forma amebiana hace de huésped a un vídeo de 18 minutos, una serie de muñecas y un cojín para que el público pueda sentarse. El vídeo estilísticamente y temáticamente se asemeja a los grandes dramas familiares de Ingmar Bergman y Noah Baumbach, dado su trato íntimo y cotidiano.

Vista de «Eyes Jr.» de Ellie Hunter & Anni Puolakka, 2021. Fotografía de Roberto Ruiz. Cortesía de Cordova.

En lugar de figuras humanas, son formas iguales de amebianas. Muñecas compuestas por una especie de patchwork no-binario que libera a les personajes de connotaciones innecesarias para que une pueda insertarse en la trama. Les personajes son hermanes que se encuentran en la ocasión del funeral de su madre, una gran escultora ahora fallecida. Tertulian sobre el rol de la madre, sus recuerdos de ella y sus emociones en cuanto a la reproducción y la memoria. Es solemne, y a veces cómico y absurdo.

El humor negro y la banda sonora enfatizan su conexión con Bergman y Baumbach, y muestran la destreza de les artistas por la narración de la condición humana. Cuando sales del orbe carmesí (que podría ser una referencia directa al drama de cámara Gritos y susurros de Bergman), te sientes aún envuelte, parecido a cuando sales del cinema. Es una obra pegajosa a un nivel emocional; un tierno y bizarro softcore muy nativo a la naturaleza de Cordova.

Se puede ver el proyecto hasta el 5 de marzo de 2022. La próxima inauguración —I am not afraid de Bruno Zhu (Porto, 1991)— será poco después, con inauguración el día 19 de marzo.

Gabriel Virgilio Luciani

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