El pasado sábado 5 de noviembre se ha inaugurado en la galería madrileña El tiempo es un sonido que no escuchamos, exposición de la artista conceptual Glenda León (La Habana, Cuba, 1976), que estuvo acompañada por un concierto de la banda Neopercusión, cuyos miembros son también integrantes de la Orquestra Nacional d’España.
El título, El tiempo es un sonido que no escuchamos, procede de una frase pronunciada por la artista durante una entrevista sobre otra exposición suya acogida en el MARCO (Museo de Arte Contemporáneo de Vigo), que recibía al espectador con un electrocardiograma que le realizaron a la misma autora, trazado sobre una pared representante un cielo. La intencionalidad claramente ecologista de aquella obra vegetal conforma también la línea del presente trabajo, abierto al público hasta el 14 de diciembre de 2022.
El sonido representa para Glenda León el medio a través del cual reconectar con los ciclos vitales de la naturaleza y a la vez un antídoto contra la pasividad y la atomización de nuestros tiempos. Las sensaciones sonoras hacen visible lo que en el vaivén cotidiano pasa, con demasiada frecuencia, por desapercibido e impalpable. La artista quiere desarrollar con su visión multiespecie – que convierte en obsoleta la distinción entre seres orgánicos e inorgánicos, entre el hombre y el medio en el que vive – un más global sentimiento de pertenencia. Ella misma destaca, en el texto de presentación de la muestra, que la palabra naturaleza no existía en la lengua japonesa hasta hace poco, simplemente porque no hacía falta nombrar algo que coincidía con el hombre.
Este estado de identificación es lo que intenta rescatar a través de fino proceso de contextualización, manipulación y asociación de objetos. Se sirve por ejemplo de instrumentos como el violín y el clavicémbalo, así como del proceso de construcción de un tambor, para dotar de matices sonoros a elementos vitales como la luna, el mar o el aleteo de una mariposa. La exposición cuenta también con delicados dibujos y un pentagrama, alegoría de la convergencia de distintas manifestaciones de energía de la tierra como las venas del cuerpo y las ramas o el contorno de las nubes y aquello de los continentes.
Sus piezas suspenden y a la vez despiertan nuestros sentidos, con particular atención a la escucha y nos recuerdan que al no dirigirse esta: a la naturaleza, a los demás, pero sobre todo a nosotros mismos, terminaría tristemente en un exterminio, en una autoaniquilación.
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