Libros y mercado editorial

‘Me muero, te quiero’ el legado poético de Perla Zúñiga

El 19 de febrero la editorial Blatt&Rios Publicó el libro Me muero, te quiero de la artista, poeta y dj trans Perla Zuñiga (Madrid, 1996-2024). Se trata de un poemario/diario póstumo que compila un recorrido que transita por sus luces, sus noches, sus caídas y recaídas, su amor por el arte y la poesía, su juventud, su porosidad y su disidencia, marcadas por una constante coexistencia con la enfermedad. Son páginas duras, densas y matéricas, pero de una suavidad y belleza diáfanas, cargadas de un amor intenso por el brillo de la vida.

El libro comienza con un prólogo del poeta y editor argentino Mariano Blatt, quien además fue pareja de Perla durante sus últimos años. En este texto introductorio, Blatt se refiere al proceso de preparación del libro, a la vida «breve, injusta e intensa» de Perla, a su poesía, a su «fuerza arrolladora» y la «energía luminosa» con la que llevaba a cabo sus proyectos, a su «vulnerabilidad muy frágil», dulce y amorosa, y por último, a lo paralelamente hermoso y triste que es el libro.

Una frase suya encapsula tanto la esencia de la obra como la de la vida de Perla: «En todo lo que hacía, en todo lo que decía, a cada paso que daba, había mucho amor. Sus amigas y su familia lo saben. Quienes la pudieron conocer lo saben. Quienes lean este libro lo sabrán».

Retrato de Perla Zúñiga. Recuperado de la web del IVAM.

Desde temprana edad Perla Zúñiga mostró una inclinación por la expresión artística. Su creatividad se desarrolló en múltiples formatos, siendo poeta, dj bajo el nombre JOVENDELAPERLA y artista visual. Su práctica fue un laboratorio donde exploró la relación entre cuerpo, identidad, deseo y enfermedad. Diagnosticada a los 18 años con sarcoma de Ewing, el cáncer marcó profundamente su vida y obra, y fue un motor tanto de fragilidad como de resistencia.

Estudió Bellas Artes en Madrid. Como artista participó en varias exposiciones colectivas y realizó dos muestras individuales: Tranquila nos vas a poder describir en este momento este momento (Yaby, 2019) y Cucú (Cordova, 2023). Entre sus piezas performáticas se encuentran: Querida célula alterada, El hechizo del viajecito y Sesiones del lamento, las últimas dos en colaboración con Vera Amores. Como dj tocó en numerosas fiestas y festivales como Sónar, Boiler Room y Maricxs, en ciudades como Berlín, Madrid, Londres, València, Buenos Aires y Barcelona. Co-fundó el colectivo Culpa, un espacio nocturno dedicado a reivindicar y celebrar las existencias trans y no binarias. Poemas suyos aparecen publicados en el volumen Ritual de amor. Antología coral de poesía joven, compilado por Cecilia Pavón en 2022, y ahora en Me muero, te quiero su obra final.

El cáncer no fue sólo una lucha en su vida personal, sino también un personaje que habita su obra, así como habitó su cuerpo. Su poesía lo aborda desde la vulnerabilidad y la entereza, tejiendo narrativas que oscilan entre el dolor, la duda, el miedo, la celebración de la amistad y los detalles fantásticos de la vida. Perla falleció en julio de 2024, a los 27 años, en Valdemaqueda, rodeada de montañas y de sus seres queridos. Dejó un legado que sigue brillando: una invitación a mirar la vida con amor, humor y valentía, a través de su poesía, su música y su arte.

Unos meses antes de su fallecimiento, en diciembre de 2023, Perla presentó su última exposición, Cucú, en la galería Cordova de Barcelona. En ella, la artista materializó muchos de los temas que habían marcado su vida y su obra: el cuerpo, la enfermedad, la fragilidad y la magia de lo cotidiano. A raíz de la muestra, como revista tuvimos la oportunidad de hablar con Perla en una entrevista realizada por Gabriel Virgilio Luciani poco tiempo después de su inauguración. En ella nos habló de su relación con la enfermedad y el estado de su cuerpo, de cómo aborda el arte a partir de las vivencias de su propia realidad, de la poesía como una tejedora omnipresente involucrada en todos sus procesos creativos y de cómo endulzó la vida mediante actos creativos.

Vista de ‘Cucú,’ Perla Zuñiga, 2023. Fotografía de Roberto Ruiz. Cortesía de Cordova.

En referencia a Cucú nos dijo: «Si que celebra la vida la exposición. He estado muy, muy mal muchas veces en mi vida, pero siempre ha habido algo que no me ha hecho detenerme o parar. Creo que la exposición busca ese deseo. Un deseo que entiendo como amor y como proceso; procesos duros que carecen de esperanza y que te hacen decidir qué deseo hay que seguir. La exposición es un recordatorio de ‘estoy aquí y tú también estás aquí. Los agujeros por los cuales hay que mirar pueden ser ventanas para verte de otra manera por dentro o ver el mundo desde otro lugar; es lo más importante de la muestra. Celebra el amor y las emociones hacia la vida. Todo, como siempre en mi trabajo, con este sentido de humor de ‘estamos en la mierda pero vamos a hacer una broma sobre eso.’ Vamos a reírnos, muchas veces es lo único que tenemos y es nuestro.»

Cucú fue una muestra profundamente introspectiva, una invitación abierta a un universo personal; no una puerta, sino un agujero a través del cual experimentar cual voyeur un imaginario chorreado de objetos, dudas y deseos.

A través de pequeños agujeros distribuidos en las paredes de la galería, se revelaban espacios cargados de detalles que requerían atención y curiosidad. Este juego de reconfiguración espacial evocaba emociones profundamente humanas. Los objetos cotidianos que Perla integraba en sus microcosmos —jeringas, botes de orina, estampas religiosas, dibujos, impresiones, pequeñas jaulas con perlas— trascendían su funcionalidad inicial y se transformaban en altares de lo vivido, altares compuestos de pequeñas reliquias y objetos precarios. A partir de una dualidad entre lo visible y lo oculto, entre lo tangible y lo intangible, cada elemento se erigía como un recordatorio de resistencia frente a lo ineludible, un tributo a los detalles mágicos de la vida y al poder conmovedor de la ironía.

Vista de ‘Cucú,’ Perla Zuñiga, 2023. Fotografía de Roberto Ruiz. Cortesía de Cordova.

En Me muero, te quiero se incluye el texto que acompañó esta exposición, Perla lo cierra de la siguiente manera: «Recuerdo que un día, durante una sesión de terapia, hablé de círculos y espirales. Sentía que con la recaída estaba entrando de nuevo en una espiral, que no había salido de ella. Mi terapia durante la recaída consistió en comprender que era un nuevo círculo, con un comienzo y un final. Algo diferente. No una espiral. Sinceramente, nunca llegué a creerlo.»

«Cucú trata precisamente de eso, de transformar arquitecturas. Agujeros en ventanas. De encontrar una forma de sentirte iluminada sin necesidad de luz. De reconocer que esa energía que impulsa mundos es la única manera de existir, es un instinto de supervivencia. De amar los objetos porque son mágicos y poseen poderes. De que a veces lo vemos círculo y a veces espiral. Y que está bien.»

En estas últimas frases se encuentran contenidos un montón de elementos que reverberan flotando al interior del libro, elementos propios de su creatividad, elementos compositivos de su poético habitar. El libro es un agujero hacia el interior de sus palabras, a veces circulares, a veces espiraladas.

La frase «Mi terapia durante la recaída consistió en comprender que era un nuevo círculo, con un comienzo y un final», nos da a entender que Perla intuía la cercanía de la muerte en su futuro próximo. También nos lo indica Blatt en el prólogo cuando dice: «En Me muero, te quiero están los textos que Perla seleccionó para armar lo que, ella sabía, sería su único libro.» La consciencia de un tiempo finito atraviesa cada página como una aguja la piel, pero no como un derrumbe abnegado, sino como un realce obstinado que intensifica cada palabra, cada imagen, cada reflexión, cada recuerdo.

Son escritos llenos de urgencia, de una voluntad de registro cargada de pulsión de vida que se planta irónica y resiliente ante el rostro de la muerte. «Me muero, qué escribo?» se pregunta en el título del poema que abre el libro, cuya respuesta indirecta son todas las páginas siguientes, donde el deseo de vivir refulge.

En Brillo, página 15, declara, «caí en la trampa / de la vida / anacarada y ridícula / y ahora / no quiero dejar / de ver brillo / nunca». En La vida, página 37, escribe, «Hay algo como muy potente / de la vida en la vida / que no lo quieres dejar». En la página 74 dice, «Quiero seguir en este trip de la vida. // Ser mi mejor amiga. // Hablar en monosílabas.» En estos poemas, la vida es un estado que Perla no quiere abandonar, una trampa luminosa que atrapa su deseo de existencia.

El poemario sigue así, en una especie de procesión personal hacia la muerte, entre ciclos de enfermedad, convalecencia y recaída; camas, fiestas, noches, salas de espera, hospitales, diagnósticos; cuerpos que bailan, paisajes urbanos, lecturas, piscinas, taxis y montañas, en los que se entrelazan el dolor físico, el sexo, las amigas y la libertad multidimensional con los miedos y las tranquilidades, los momentos de gozo y la magia cotidiana. Es en este vaivén, entre lo crudo y lo resplandeciente, donde Perla deja entrever su capacidad de reconciliarse con lo inevitable: «Cuando vas drogada y piensas en la muerte, ¿qué piensas? / Yo pienso: Bueno, fui feliz».

Retrato de Perla Zuñiga. Cortesía de la artista.

Tras las dos secciones de flujo poético del libro tituladas La salud no es lo mío y Galopando en el vacío aparecen los Diarios (2024). En ellos, Perla expresa los detalles de su cotidiano durante sus últimos meses de vida de manera sencilla pero profunda, siempre reflexiva y en dosis rápidas.

Este registro de lo efímero de sus jornadas nos conecta con su dimensión más íntima y humana. Se hacen presentes momentos que oscilan entre la serenidad, la inquietud y el dolor; días buenos y días malos, dualidad de luces y sombras. Las sombras son constantes, pero entre ellas se abren paso luces hermosas, como esos rayos que penetran a través de agujeros a ciertas horas del día. Esa luz que se cuela por los intersticios y genera un momento de micro-sublimidad. Esa luz que te permite ver esos pequeñísimos pelitos que vuelan todo el tiempo por todas partes.

Su escritura se convierte en un intento por capturar esas partículas de vida que flotan entre los segundos. Aquí aparecen las comidas, sobre todo las comidas, las drogas, las lecturas, las películas, los libros, las frases copiadas, los tratamientos, los estiramientos, las reflexiones, el cansancio y el agradecimiento.

En estas últimas páginas se construye un diálogo constante entre la vivencia y el registro, entre lo que atraviesa y lo que permanece, entendiendo las palabras como objetos mágicos. Son el testimonio final de una vida que, aunque breve, brilló con una alta intensidad lumínica.

Me muero, te quiero de Perla Zúñiga es un agujero que nos conecta con el mapa poético de su existencia, un círculo que se cierra y deviene espiral.

‘Innovacions’ MACBA. Fotografía de Dani Canto. Cortesía de Perla Zuñiga.
Redacción

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