‘Error de concepto’, ‘error de apreciación’, ‘error humano’, ‘error común’, ‘error judicial’, ‘error experimental’, ‘error de medición’, ‘error de aproximación’, ‘error de cálculo’, ‘error de programación’, ‘error sistemático’, ‘error aleatorio’, ‘errata’… Tal y como apunta la expresión latina Errare humanum est (Errar es humano), se considera intrínseca a la naturaleza humana la tendencia a equivocarse. En este sentido, cometer un fallo es, además, una prueba irrefutable del cumplimiento de una experiencia, una vía alternativa hacia la producción de resultados y significados inesperados.
«Cometo más errores que aciertos», comentó el catalán Ignasi Aballí (Barcelona, 1958) el pasado jueves 7 de marzo en la presentación del proyecto del Pabellón de España en la Bienal de Venecia. El artista –que ha hecho del error un concepto central en su práctica creativa– representará a España en la 59ª Exposición Internacional de Arte, con el proyecto Corrección, un gesto aparentemente sencillo que quiere trastocar la percepción del espectador, cuestionando a la vez el significado del binomio ‘espacio-tiempo’ y nuestra relación con el arte.
Hablamos de ello con Bea Espejo (Vilanova i la Geltrú, Barcelona, 1977), comisaria del Pabellón para esta edición y directora del Programa de Artes Visuales Madrid45, de la Comunidad de Madrid.
«Dice la teoría de los errores que el desajuste está en el origen de todo. La física lo constata: el universo se basa en una errata. La cantidad de materia y de antimateria deberían haber sido iguales y, sin embargo, un desequilibrio entre ambas originó el Big Bang», comenta la comisaria. «Nada existiría sin esa infinitesimal avería. Una pequeña cojera casi invisible sobre la que oscila casi todo. Desequilibrar para re-equilibrar, decía Robert Bresson, proponiendo otra manera de mirar. En ella, se instala el trabajo de Ignasi Aballí».
Corrección toma como punto de partida una supuesta equivocación en la construcción del Pabellón de España y, con un gesto aparentemente imperceptible, gira el edificio 10 grados para alinearlo a los dos pabellones vecinos de Bélgica y Países Bajos.
En 1919, el Director General de Bellas Artes Joaquín Caro y del Arroyo, asignó la realización del pabellón a Antonio Flórez; finalmente, fue el arquitecto Javier Luque quien realizó el proyecto, diseñando una planta semejante a la de otros pabellones internacionales y tomando como referencia la calle que confina con los Jardines: I Giardini. Esta elección hizo que el edificio quedara ligeramente desplazado respecto a los pabellones vecinos. El edificio fue inaugurado en 1922.
Coincidiendo con el 100 aniversario del pabellón, Aballí propone corregir aquel error inicial, con una acción que es todo lo contrario de celebratoria, vistosa o redundante. Como explica Espejo, «la propuesta consiste en construir un pabellón dentro del pabellón; desde fuera no se ve nada, se dejan las paredes originales, pero se construyen nuevas paredes con con una inclinación de 10 grados respecto al original y con escala 1:1. Ahí empiezan a ocurrir muchas cosas y a aparecer lecturas que van más allá de la corrección en sí».
Y sigue: «Ignasi hace una corrección construyendo una nueva arquitectura, pero lo que provoca de esta manera es un segundo error: hay un encuentro de dos arquitecturas que no cuadran. Las dos tienen que hacer concesiones para convivir, porque la original pierde espacio y la nueva no cabe entera». Un necesario ejercicio de adaptación y cohabitación que se podría entender también cómo metáfora, la cual que resuena con mucha fuerza estos días, de muchas relaciones sociales, políticas y económicas.
De esta manera, Aballí enfrenta al espectador con una experiencia totalmente distinta del espacio expositivo, que aparece vacío, desnudo, «sin nada a la vista»; el artista pide a los visitantes un esfuerzo de atención adicional, les invita a detenerse, a observar lo que parece no existir y, de alguna manera, a apropiarse del tiempo que siempre escasea en eventos como la Bienal y, más en general, en nuestra moderna Sociedad de la Aceleración (Hartmut Rosa, 2015). «La de Ignasi», explica la comisaria, «es una invitación a perderse en el pabellón, transcurriendo más de 3 minutos en su interior, tiempo que se dedica habitualmente a las visitas de los pabellones en Venecia. De esta manera, el artista provoca una doble reflexión sobre el funcionamiento de eventos artísticos como éste y sobre nuestra manera de habitarlos como espectadores.»
Y hay más. En este contexto, el hecho de dejar «la arquitectura vacía, de malgastarla» invita a reflexionar sobre el «sistema Bienal» y sobre la presión que participar en ello pueda ejercer sobre un artista. «Corrección abre un debate sobre lo que supone trabajar en Venecia. Construir un edificio y dejarlo vacío en ocasión de una manifestación como la Bienal cuestiona las expectativas que se generan al ser nombrado para representar un pabellón», explica Espejo.
Aunque Aballí es el primero en proponer intervenir en el Pabellón de España de esta manera, en la historia del arte conceptual y de la critica institucional han sido muchos los artistas que han recurrido al acción de vaciar un espacio para llenarlo de significados. «Entre los artistas referentes de Ignasi está Michael Asher (Los Ángeles 1943-2012) que fue cabecilla de la crítica institucional en los años sesenta y setenta; Asher hacía gestos como vaciar una galería, raspar la pintura de las paredes hasta dejarlas desnudas, colocar la oficina en la sala de exposición; se trataba de trastocar el espacio expositivo para cuestionarlo».
Aunque aparentemente no quede nada a la vista, durante toda la Bienal (que abrirá sus puertas al público el 23 de abril hasta el 27 de noviembre de 2022) el pabellón se impregnará de los sedimentos dejados por el tránsito de los visitantes. Su presencia dejará un rastro imperceptible pero significativo. «Ignasi ha analizado esta idea de rastro en otras piezas anteriores; es el caso de Personas (2000-2015), que muestra la huella del pie que la gente deja en la pared mientras espera que pase algo; y es posible que, a lo largo de los meses, esto también ocurra en el pabellón. Que la gente vaya dejando un rastro físico en el espacio expositivo». «La intervención presenta una gran corrección arquitectónica junto a otras pequeñas correcciones, quizás mas difíciles de detectar: el color de las paredes, pintadas de un blanco diferente al original; la elevación del zócalo, para subrayar la diferencia con el edificio de 1922; la apertura de las claraboyas –habitualmente tapadas para proteger las obras expuestas– de manera que la luz del sol puede entrar sin ningún tipo de filtro».
Estas pequeñas modificaciones harán que el pabellón aparezca diferente cada día. «La luz pintará las paredes» añade Espejo, «el polvo que filtrará por la entrada y por las claraboyas destapadas seguirá flotando hasta formar un lienzo invisible. Se trata de pintar sin pintar –práctica recurrente en la obra de Ignasi–, de una intervención muy sutil, muy poco Bienal. De esta manera, el artista propone una visita lenta a la Bienal y a Venecia, y reflexiona sobre lo que significa ‘perderse’ tanto en el Pabellón como en la ciudad».
La propuesta de Aballí se enriquece, de hecho, con la edición de un mapa y de seis libros que invitan a explorar la ciudad de los canales y sus rincones menos conocidos. «Son una especie de guías que corrigen la idea de esa Venecia turística y masificada y que, de nuevo, cuestionan la idea del tiempo», explica la comisaria. El mapa borrado –que mostrará solo los sitios en donde encontrar las otras ediciones– se podrá recoger en el mismo pabellón. Los demás libros, titulados Horizontes, Inventario, Casi, Historia, Panorama y Paisaje se encontrarán en cambio en lugares como un quiosco situado a la salida de los Jardines – I Giardini o en la librería Editrici Filippi.
Acabamos nuestra conversación con Bea Espejo con una reflexión sobre la pertinencia del ‘sistema-bienal’. En un mundo globalizado como el nuestro, ¿no parece, quizás, obsoleto que el mandato de la organización a los artistas sea el de representar a su estado-nación? «Creo que el sistema de las bienales, o de otras exposiciones colectivas semejantes, todavía sirva para ofrecer una mirada de radar, para enfocar de que es urgente hablar en el arte contemporáneo. En cambio, la de los pabellones es una idea más antigua, efectivamente; el tema de la identidad es tan complejo y tan plural que solo se puede abordar cuestionándolo. Y es lo que hace Ignasi con Corrección: al girar el pabellón, proporciona otra idea o imagen del edificio mismo y de España y desdibuja cualquier idea de representación nacional que tenga un sentido único. Lo que hay aquí, son dos piezas de un puzzle que no acaban de encajar y el público podrá sacar sus conclusiones».
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La obra arquitectónica dentro del Pabellón de España ha contado con la colaboración de MAIOArchitects, estudio ubicado en Barcelona y formado por María Charneco, Alfredo Lérida,Guillermo López y Anna Puigjaner.
Para las nuevas guías de la ciudad, el artista ha trabajado con Caniche Editorial. Corrección se completa con la edición de un catálogo que incluye una conversación entre Manuel Borja-Villel, director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, e Ignasi Aballí y textos de la comisaria Ruth Estévez, del artista uruguayo Alejandro Cesarco, del comisario y editor belga Moritz Küng y de Bea Espejo.
La participación de España en la 59ª Exposición Internacional de Arte está organizada por la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y co-organizada por Acción Cultural Española (AC/E).
Bea Espejo vive y trabaja en Madrid. Actualmente dirige el Programa de Artes Visuales Madrid45, de la Comunidad de Madrid basado en la docencia mediante talleres con artistas y profesionales del sector. Entre sus últimas exposiciones destacan: Todos los conciertos, todas las noches, todo vacío, de Ana Laura Aláez en el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) y Azkuna Zentroa de Bilbao, y Los blancos secretos de su panza, una revisión de la colección RAC de Carlos Rosón para la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela. Para 2023 prepara una exposición individual de Luis Gordillo en la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid. De 2002 a 2007 trabajó en el programa de exposiciones de la galería Estrany-de la Mota de Barcelona.
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