Hace frío y Barcelona se muestra ventosa y lluviosa. Pero en Bombon Projects el tiempo se para y se convierte en espacio de acogida, tanto de visitantes curiosos como de los artistas que representa, siempre en la línea de dar cabida a proyectos artísticos que destacan más por su calidad innovadora que por su comercialidad. En él encontramos al artista Pere Llobera (Barcelona, 1970). Voraz, incansable y enérgico, desarrolla su práctica artística fiel al medio que, después de tantos años, le sigue fascinando y cautivando, la pintura.
Llobera cambia paradigmas construyendo paraísos imaginarios abiertos a utopías, en los cuales se barra el paso a convenciones limitantes propias del mundo del arte. Bajo esta premisa, consolida una exposición insólita y singular en la que hace patente su particular visión de la pintura como una ventana abierta a nuevas formas de crear, experimentar e innovar. Orplid es un lugar, más que una propuesta expositiva, en la que realidad y ficción se unen con el fin de plantear un conjunto de obras que se unifican desde la disconcordancia de léxicos y códigos visuales.
En Una vida vivida (1981), un documental sobre la vida y obra de Philip Guston, se ve al artista paseándose por las instalaciones del San Francisco Museum of Modern Art en motivo de una exposición en la que se hizo una retrospectiva de su obra. Curiosamente, se detiene en cada una de sus obras, a las cuales se acerca hasta acariciarlas con la mano. Con una voz un tanto cansada – Guston moriría tan solo unos meses después del rodaje – habla de su práctica artística como una pasión que se ha vuelto consolidada y osada con el paso de los años y con un leve pero presente orgullo con el que admira sus propias creaciones. Para Llobera, esta manera de relacionarse con la obra es clave para entender como le atraviesa su obsesión por representar, a través de los pinceles, todo lo que se mueve por su cabeza.
Iris: ¿Cómo decidiste formalizar esta exposición?
Pere: Me propuse que, cuando la gente entrara, las piezas pudieran funcionar como cuadros de forma autónoma. Deploro que las obras se deban disponer como un banco de peces. Pienso que, cuando presentas unas obras como en un mosaico, se elimina la mística. Nos propusimos hacer una exposición muy sobria, aún manteniendo el nervio. Creímos que era importante que pudiéramos tomar los cuadros por separado y que estos funcionaran. Lo interesante aquí es que cada cuadro, hace uso de iconografías distintas.
Iris: Este elemento es clave en tu obra, la variedad de léxicos visuales que utilizas en tu práctica. En ‘Orplid’ se hace patente esta diversidad.
Pere: Aceptamos que haya artistas reconocidos que hagan uso de diferentes soportes y, por lo tanto, estilos diversos, para tratar diferentes temáticas. Un mismo artista es probable que desarrolle proyectos de video, fotografía, instalaciones y demás y, aún el cambio de estilo, asimilamos su práctica como un todo y aceptamos esta variación de iconografías. La lista de artistas multi-soporte a quien admiro es larga, pero todos ellos comparten como elemento común que su estilo, de manera subsidiaria, con el cambio de soporta también muta. ¿Qué pasa cuando quieres cambiar de estilo pero no de soporte? Entonces es como si estuviera agrediéndome a mi mismo.
Iris: Es una convención.
Pere: El estilo de la mano del pintor es un constructo que pertenece al pasado. Este factor parece determinar que podamos reconocer una pintura según el estilo de la pincelada, inherente en el creador, tiene que ver con una época muy pretérita de la pintura, donde la variación de temas de representación era muy reducida y a lo mejor, en ese contexto, era clave la diferenciación entre artistas.
Iris: Pareciera que la pintura todavía no se hubiera liberado, después de siglos de academicismo y convenciones que han constreñido este medio de representación. Sólo aceptamos un cambio estilístico en el pintor cuando se da como producto de una evolución progresiva. En cambio, en los artistas multi-soporte parece que sí que percibimos esa linealidad.
Pere: A día de hoy, ¿quién puede negar que el estilo reside en la mente y no en la mano? ¿Si todo el mundo acepta esto, por que los pintores no podemos explorar nuevas iconografías dado la mutabilidad de los puntos de interés? Por ejemplo, una de las obras de la exposición, la cual representa en colores planos una ‘garra’ de color amarillo, nació de una situación fortuita, en la que esa imagen apareció delante de mí. Es aquí cuando decido que esta imagen me funciona así, y es así como quiero representarla, lejos de plantearme si existe una unidad estilística en mi obra.
Iris: ¿Sueles trabajar desde el azar?
Realmente no. En esta exposición se encuentra una variedad de procesos de trabajo un tanto representativa de mi manera de trabajar. Por ejemplo, hay un cuadro que remite de forma muy realista a unas ranas en un río. Dediqué muchas horas a investigar a lo largo del bosque el lugar idóneo para representar aquello que quería. Lo que realmente vincula las obras de esta exposición, a modo de hilo conceptual invisible, es la sensación de amenaza. Digamos que la temática de la exposición es el miedo difuso y el desconcierto. Me parece ineludible tratar esta temática dado el contexto actual. Soy consciente de que íntimamente, esto está flotando en el aire. Quería aunar estas reflexiones conceptuales con los primeros impulsos que tuve por ejemplo en el cuadro de la ‘garra’ amarilla.
Iris: Haces uso de ese elemento, la ‘garra’, en otro de tus cuadros.
Pere: Si, es cierto, esto implica muchos significados. El tema del árbol caído se vuelve una constante, el cual implica muchos significados. Hice en paralelo el cuadro del árbol caído y el de la garra. Estaba trabajando, simultáneamente, con dos iconografías diferentes que hablaban de los mismos elementos, como son la amenaza y el peligro inherente. Hay un momento en el estudio en el que te pones a jugar y a mezclar elementos y, de alguna forma, te permites hacer este tipo de cosas. De aquí viene el cuadro de la garra como árbol caído, como justa intersección entre la realidad y la ficción.
Iris: Esto remite a la elección del título de la exposición, Orplid, como un lugar intermedio entre realidad y ficción.
Pere: Orplid es un sistema de validación. Me negaba a hacer una exposición hipernarrativa. No quería dar pistas, me parecía que esta función tiene que venir de forma inherente en los cuadros, dejando un espacio al espectador para que pueda confabular. Entonces, Orplid, valida mi comportamiento en el set expositivo. Esta palabra viene de una obra del escrtritor romántico alemán Eduard Mörike, con la cual designa un país inventado donde conviven en perfecta armonía seres imaginarios y seres reales. En Orplid todo es válido y se abre la posibilidad de jugar de diferentes formas. Así pues, lo que estoy haciendo es proponer un campo de juego donde me lo paso bien con unas normas determinadas.
Iris: Qué liberador!
A partir de aquí, nos dedicamos a pasear por la sala, deteniéndonos en cada una de las siete obras mientras va desvelando, poco a poco, diferentes capas de significado. Sus obras, efectivamente, mantienen una entidad propia y autónoma, pero nos preguntamos, inequívocamente, de qué manera se relacionan entre ellos, porque existe este vínculo. Me cuenta sus pericias para realizar un cuadro realista a plein air, así como la motivación y reivindicación que subyace en un cuadro en el que vemos a una calavera tocando una guitarra de varios mástiles. Pero todas estas narrativas, aprovechando para invitar al público, quedan relegadas a la libre especulación del visitante.
La hoja de sala se convierte en un grafismo: ‘En Orplid, la realidad se pone curiosa’.
La obra de Llobera abre puertas a caminos intrincados del pensamiento, nos da la mano y nos invita a dar rienda suelta a la imaginación con un ‘todo es posible’, bajo la premisa de la autonomía de la obra. Y esto es tentador, a la vez que nos produce miedo. Esta colección nos traslada a un estado de duermevela, en el que la pesadilla se ha fundido con la realidad. Pero lejos de querer huir, nos es cautivadora y enigmática.
Tras la observación de ciertos cuadros, parece difícil de creer que Llobera dedicara una gran parte de su trayectoria únicamente a la representación realista del entorno. Sus cuadros son ahora lugares de enunciación de una mano infatigable que no busca demostrar, sino divertirse, desde el aprecio más auténtico por la capacidad expresiva de la pintura.
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