Agnes Essonti Luque (Barcelona, 1996), artista multidisciplinar afincada en l’Hospitalet de Llobregat, ha estallado en los últimos años tanto en España como en el extranjero. Su éxito se debe a su sutil y a la vez feroz abordaje a una serie de temáticas que van ligadas a su propia identidad como afro-española. Navega por las complejidades de la pertinencia cultural e identitaria mediante varios lenguajes: el texto, el tejido, la instalación, la performance, la comida y el vídeo.
El discurso general de su obra abraza la falta de singularidad y unicidad de las identidades post y decoloniales. Ella no es singular. En sus propias palabras, relata que «a lo largo de los años me ha resultado complicado sentir que pertenezco a un lugar, no soy ni de aquí ni de allá; ni de Camerún, ni de España, ni de Catalán, ni de Córdoba, ni de Limbe. Cada día que pasa me queda más claro que soy de mi madre y de mi padre, de mi tía y de mi abuela.» Incorpora su estatus limbo y liminal en su obra que, en casos recientes, gira en torno a las criollas y los pidgins; fenómenos lingüísticos que se tratan de fusiones entre varias lenguas que suelen ser resultados de procesos y acciones colonizadores pero que también han llegado a ser gracias a simples conexiones de proximidad geográficas. El pidgin camerunés —una de sus lenguas maternas— tiene una base inglesa y una fonética influenciada por las lenguas autóctonas de África Occidental.
Para su exposición individual en Bombon Projects, Taym we taym bi bin taym, que se enmarca dentro del festival de arte emergente, Art Nou, la artista viene en diálogo con esta lengua, insistiendo que la mezcla y la polifonía lingüística y gastronómica es un fundamento esencial para entender las identidades poscoloniales y, por consecuente, el futuro de las diásporas y procesos decoloniales. Tal y como narra, Essonti no es una. Es múltiple, mutante y un pidgin de varias culturas, lenguas y prácticas.
Desde Los Ángeles, Senegal y Barcelona, la artista y yo conversamos digitalmente sobre su muestra en Bombon Projects así como su intervención en la 18a edición de la Biennale Architettura —que justamente ofrece varias aproximaciones a la noción del ‘forastero’ y el ‘outsider‘— dentro del Pabellón Español comisariado por Eduardo Castillo-Vinuesa y Manuel Ocaña. Taym we taym bi bin taym se alarga hasta el 2 de septiembre de 2023 y la Bienal hasta el 26 de noviembre de 2023.
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Agnes Essonti: A pesar de venir del mundo de la imagen y haberme formado en fotografía, con el tiempo he ido explorando varios medios porque sentía que la imagen no era suficiente para aproximarme a este mundo interior. El vídeo es una herramienta ideal para expandir fotografías y crear piezas que para mí se vuelven hipnóticas. El tejido siempre me ha fascinado y me ha acompañado de varias formas en mi obra. El texto es un elemento indispensable, mucho antes de conceptualizar una idea o proyecto, ya tengo un título o un statement que me sirve de punto de partida. Los objetos me sirven como catalizadores de mis identidades, son elementos que forman parte de mi día a día, también cambian con el tiempo, como yo lo hago.
AE: Taym we taym bi bin taym significa «El tiempo en el que el tiempo era tiempo» y es una expresión que se utiliza a menudo para hablar de un pasado nostálgico, donde todavía se respetaban los valores morales y costumbres propios de la sociedad africana. Hace unos meses, haciendo una visita a mi pieza bush butter y swit fo mboa en el Centre d’Arts Santa Mònica, salió durante una conversación con mi padre y decidí que sería el punto de partida de mi próxima exposición. Me interesa hacer referencia a los momentos más cotidianos de mi vida. De esa expresión, me quedo con la repetición de palabras (estoy obsesionada con el número 3), la sonoridad que genera y sobre todo la concepción del tiempo en la cosmología yoruba (diferente del tiempo lineal occidental) donde el tiempo, es un ciclo y está muy relacionado con la naturaleza y los rituales.
AE: Te leo y pienso en una cita del escritor Amadou Hampâté Bâ (Aspectos de la civilización africaine, Éditions Présence Africaine, 1972) donde dice Maa ka Maaya ka ca e yere kono, que se traduce como «las personas de la persona son múltiples en la persona.» Para mí, esto habla de los espacios intermedios, del «a pesar de», de romper con las definiciones establecidas, de la no pureza, de la mezcla de esto, de lo otro, la diferencia, la multiplicidad, la hibridación. El pidgin y la pidginización para mí representan una fragmentación de las estructuras existentes; un acto canalla de infiltración y banalización de ciertas formas, me parece una manera de expandir, salir de nuestro agujero y mirar más allá. Es más que la suma de sus partes, es una forma de resistencia, la lengua como forma de resistencia, (lo que me lleva a pensar en la comida…).
AE: En diciembre de 2022 conocí a Anna Puigjaner y Guillermo López de MAIO a través de una cena que organicé en el Santa Mònica. Ellos habían sido invitados a participar en el Pabellón Español de la Bienal de ese año, conocían mi trabajo y tenían ganas de trabajar conmigo. Así nació Chop, chop, chop, un proyecto del que todas estamos muy orgullosas y en el que hemos podido hablar de las cocinas como espacios de reivindicación social y política, espacios que históricamente han normalizado ciertos roles y sostenido violencias, pero que ahora se convierten en laboratorios para el cambio y la transformación social.
Decidimos trabajar con tres colectivos que ya conocíamos: la PAA (Plataforma Aprofitem els Aliments), Sindillar/Sindihogar (Sindicat de Treballadores de la Llar) y Abarka Coop, que prepararon paella, arroz chaufa y ceebu jën, respectivamente. A la vez, también contactamos con Megane Mercury y le pedimos que hiciera una canción a partir de la investigación que habíamos hecho MAIO y yo. La música ha jugado un papel muy importante en la historia de las luchas y reivindicaciones y nos parecía muy importante poder incluir una canción.
Además, no podría ser de otra manera y el título de nuevo es un guiño al pidgin, entre otras cosas. Chop en inglés significa «cortar,» en pidgin significa comida y al mismo tiempo nos recordaba también al «chup chup» de la cocina.
AE: No era la primera vez que proponía hacer una cena en el contexto de una exposición pero sí la primera vez que utilizaba una galería como espacio. El proceso de pensar y preparar la cena fue muy bonito y el encuentro aún más. Decidí preparar un plato de Camerún llamado kondre, típico del país bamileke, que es básicamente un estofado de plátano (guineo) y carne. Se trata de un plato reservado para determinadas ceremonias, entre ellas Nkoughan. La cena consistió en una pequeña introducción a mi trabajo, además de una degustación de cacahuetes tostados, zumo de tamarindo, kondre con carne, kondre vegetariano y mangos de Senegal. También preparé una playlist con canciones antiguas y que me hacen conectar con esa nostalgia heredada de Camerún.
AE: He pasado tres semanas maravillosas en Gandiol, en el norte de Senegal. Me invitaron a la residencia artística Dekandoo para trabajar una serie de encuentros-talleres con un grupo de jóvenes del pueblo y poner en común experiencias en torno a la gastronomía y las historias de vida, sobre todo a través de la fotografía. Al final de la residencia presentamos una exposición en la casa de mujeres Keru Jigéen Ñi. Pero no sólo he investigado sobre gastronomía: al llegar justo el día del Tabaski —la celebración del sacrificio islámico del pueblo senegalés, Wolof—, he podido conocer más de cerca las festividades y tradiciones.
El año pasado había viajado a Senegal, ya que participé en Dak’Art, la Bienal del Arte Contemporáneo Africano, pero esta vez la experiencia ha sido muy interesante y me ha permitido acercarme más a la realidad del territorio.
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