Entrevistas

exibart.es entrevista: Alexandra Laudo, maestra visual «softpunk»

Antibiografía es una exposición colectiva de la mano de la comisaria e investigadora Alexandra Laudo que indaga críticamente en la representación rostral y corporal a través de la imagen fotográfica y digital. Acogida por el Centre d’Art Maristany de Sant Cugat (Barcelona), su proyecto revela una serie de instancias en las que diferentes artistas han empleado mecanismos subversivos que combaten el sobreúso del retrato que cada vez se hace más accesible.

Sin afectaciones apocalípticas ni advertencias oscuras, Laudo ha tejido un relato que se despliega casi en formato de archivo. Muestra ejemplos —tal y como los mostraría en un libro archivístico o un fotolibro— en que artistas han documentado la compleja y manchada relación entre identidad e imagen, que trabajan con la plasmación de nuestras huellas de actividad y vivencias, y que articulan la obsesión con un ‘yo’ difuso que ha estado distorsionado justamente a causa del hiperuso de la imagen.

Laudo no tiene una fecha de inicio que marque cuándo se embarcó en este viaje en relación con la visualidad y la representación identitaria. En los últimos años, hemos visto otras manifestaciones de estos intereses en Una certa foscor (‘Una cierta oscuridad’) que, en 2018, ganó el premio curatorial previamente llamado Comisart otorgado anualmente por la Fundació La Caixa. En este proyecto, la comisaria exploraba cómo la mirada fotográfica condiciona la vista y la perspectiva humana.

Vista de «Antibiografia». Fotografía: Eva Carasol. Cortesía del Centre d’Art Maristany.

Muy parecida a la propuesta que ahora alberga Sant Cugat, su proyecto analizaba toda una serie de problemáticas provocadas por los sobreestímulos que el ser humano recibe no solo de la digitalidad sino del mundo visual en general. La imagen y su dueño seducen, tienen intenciones a veces dudosas y malévolas, y la comisaria es muy consciente de ello. En esta ocasión, las dos nos sentamos para hablar no solo sobre su exposición sino también sobre su manera de entender el comisariado y la elaboración de discursos que pueden parecer confrontacionales y amargados.

En cuanto a estos discursos, Laudo sugiere que “no hablan de mí, pero son muy personales. Responden a inquietudes muy intensas que tengo. Pero no sabría asociarlas a cosas concretas o más biográficas”. De su metodología comenta que “no soy una comisaria que ha preestablecido o acotado un campo de estudio sino que empleo una aproximación muy visceral a los proyectos que proceden de inquietudes irrefrenables.» Es gracias a ello que sus exposiciones ofrecen posicionamientos a menudo softpunk. No gritan, ni aúllan, ni acusan con un dedo firme. No tienen un aire resolutivo ni reaccionario tampoco. Podrían caer en un abismo de ausencia de posicionamiento pero por algún motivo no es el caso. Quizá se deba a la fragilidad inherente a sus discursos —otro tema que desarrollamos más adelante en nuestra conversación.

¿Qué es lo que motiva a sus exposiciones? “Me interesan las formas de mirar y la producción de la imagen a lo largo del tiempo, su historia, sus relaciones con la tecnología, las políticas de representación, etc. Asimismo, me interesa su relación con la mirada, las maneras de ver, y su conexión con los avances tecnológicos, y cómo se alimentaron entre ellos.”

Dicho esto, deja claro que su aproximación temática no viene de un lugar oscuro ni paranoico. “En mi vida personal abrazo la tecnología, pero me interesan las actitudes iconoclastas y ludistas como fenómenos que hay que observar; un lugar en que podemos encontrar síntomas y elementos que nos pueden ayudar a entender la complejidad de estas cuestiones y menos como modelos que quieran reivindicar. Intento evitar las apologías de un supuesto pasado ‘mejor’.” Así, ella evita los sentimientos tecnófobos y nostálgicos que a menudo inundan los discursos reflexivos sobre la tecnología y su influencia en el comportamiento humano. Aquel recurrente sentimiento anacrónico sobre lo bien que estábamos como humanidad antes de la industrialización no tiene cabida en sus producciones.

Vista de «Antibiografia». Fotografía: Eva Carasol. Cortesía del Centre d’Art Maristany.

“Celebro el uso de las tecnologías; tanto su uso como su contradicción. Es decir, el uso que hacemos de ellas me provoca malestares. El uso que yo hago no responde únicamente a una decisión o voluntad mía sino que forma parte de la negociación con muchas otras fuerzas —y en esta negociación, soy muy insignificante. Con Instagram, Facebook. Es eso lo que me provoca malestar. Dicho esto, intento no adoptar actitudes dogmáticas porque no tengo ninguna conclusión.”

Así, se desplaza. La comisaria no reina altruistamente sobre su discurso. Se aparta de la obsesión o el intento fútil de afirmar coherentemente la razón, la verdad y las maneras en que deberíamos vivir como humanidad. Del heteropatriarcado —e incluso hablando en favor de la sostenibilidad y las buenas prácticas de salud— no podríamos decir lo mismo ya que hay una obsesión por el régimen, el dogma, y una adherencia estricta a ellos. 

“Las exposiciones no las entiendo como un lugar donde presentar respuestas y conclusiones sino como un espacio donde presentar una serie de inquietudes y preguntas que están constantemente abiertas y en proceso de ser respondidas; un espacio de ensayo y potencialidad más que una hipótesis que yo planteo. Lanzo preguntas que sirven para dialogar con artistas, visitantes a la exposición, periodistas incluso.” Sugiere que las conclusiones a menudo no sirven tanto como pensamos, que hay demasiado énfasis atribuido a ellas, sobre todo en el mundo del arte. 

Así invita a que entren otros elementos anecdóticos, lúdicos e incluso graciosos y cómicos. Atenúan el aire de la exposición, y erradican la culpabilidad asociada con nuestro uso de la tecnología. Laudo no busca que nos arrepintamos. Solo busca que nos cuestionemos y abramos más debates. Comenta al respecto, “no me molesta hacer evidente mi intención o mi lectura en mis proyectos. No niego la subjetividad, pero busco huir de esta postura que a mí me incomodaba de la comisaria que habla desde un lugar de autoridad y de verdad. Claramente proceden de investigaciones, pero no dejan de ser una posición subjetiva mía. Hay tantos factores externos que enriquecen la experiencia de la exposición. Como recorrerla hoy contigo, compartir ideas nuevas, es todo un plus.”

Quería poner en cuestión el uso del prefijo ‘anti’ que adorna el título de la exposición. Me daba la sensación de que tiene un peso particular que quizá no tiene la exposición. Volviendo a la ausencia de grandes mensajes apocalípticos y urgentes que rugen piadosamente de bocas autoritarias, ‘anti’ no sería lo primero que se nos vendría a la mente al recorrer la exposición que cuestiona poética y alegóricamente la biografía. 

Vista de «Antibiografia». Fotografía: Eva Carasol. Cortesía del Centre d’Art Maristany.

“’Antibiografía’ se parece mucho a ‘autobiografía’. Hay una conexión lingüística. Con mis títulos, juego con un mensaje que después es connotado por la propia proposición. Por ejemplo, ‘An Intellectual History of the Clock’ (una conferencia performática que realizó en el Teatre Lliure el pasado diciembre) no es en absoluto intelectual, sino sensorial. A veces hay una contundencia en el título que sirve para reocupar y revisitar prefijos y términos que tienen un significado e imaginario muy claro. Es una manera de evitarlos e intentar desequilibrarlos. A veces hay una no correspondencia, pero eso sirve justamente para resignificar las cosas.”

Estas revisiones ocupan una gran parte de la práctica de la curadora. Quizá ayudan a aliviar sensaciones de impotencia ante las inquietudes feroces que otras pensadoras también tienen. De hecho, es la responsabilidad de los que se dedican a la reflexión y el pensamiento aportar nuevas posibilidades para gestionar mejor las imágenes que nos enjambran de manera 360°.

“Otra inquietud que tengo es —para los que trabajamos en el campo de las artes visuales— entendernos como productores de significados. Los generamos a partir de la imagen. Durante mucho tiempo, las imágenes habían sido utilizadas como un elemento propio de las artes visuales. Ahora, la imagen no es un ámbito exclusivo de las artes visuales sino forma parte de un engranaje tardocapitalista. Así que, como trabajadoras en este campo, me interesa saber qué tenemos que hacer con la imagen. Si tenemos que generar subjetividades, imaginarios que generan resistencias hacia estos sistemas, pues, ¿qué tipo de imágenes tendríamos que producir? Este ‘anti’ tiene mucho que ver con eso.”

Vista de «Antibiografia». Fotografía: Eva Carasol. Cortesía del Centre d’Art Maristany.

En las grietas de la imagen podemos encontrar maneras de resignificar la misma. Es decir, sucumbir a su fragilidad requiere una mirada más pausada y meditativa. Dice del asunto, “es importante posicionarnos pero desde la fragilidad y no como los grandes titulares contundentes y ultra-afirmativos donde supuestamente no hay grietas. Situarse en el lugar de la grieta es un posicionamiento. Y no un ‘yo no me mojo’. La potencialidad tiene que ser frágil. No hay fortaleza si no se admiten las contradicciones, las grietas, la fragilidad dentro de todos nosotros y de uno mismo.”

Se refiere a una fragilidad que es autoconsciente; que sabe que es una grieta y que se potencia gracias a ello. Acabamos la sesión coincidiendo en una cita de Leonard Cohen que las dos hemos utilizado en nuestros respectivos proyectos: «There is a crack in everything, that’s how the light gets in». Efectivamente, es por la grieta que entra la luz. La comisaria, y Cohen, nos invitan a ser más frágiles y débiles con las imágenes e identidades que producimos, y no tan afirmativos y ruidosos. Ya no es una cuestión de cuántas producimos, sino de cómo las producimos, y cómo nos posicionamos desde la antiafirmación.

Antibiografia se puede ver hasta el 14 de mayo de 2022. Pueden leer más sobre la exposición aquí.

Gabriel Virgilio Luciani

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