Crear una comunidad alrededor de una exposición, o gracias a una exposición, no se ve con frecuencia en las grandes instituciones de nuestro país. Hay una ternura considerable que emite la nueva monográfica de la bailarina experimental María Teresa Hincapié (Armenia, Colombia, 1954 – Bogotá, 2008) —que lleva el título de la primera obra en solitario de la artista, Si aquest fos un principi d’infinit (‘Si este fuera un principio de infinito’).
Es difícil recordar la última vez que se ha visto una exposición en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) que transmite tanto sentido de comunidad; sobre todo en el caso de esta muestra marcada por la ausencia de la autora central. A pesar de este hecho, y gracias a su legado, se ha generado un equipo, o más bien un colectivo, que expande la noción de lo que tiene que ser una exposición, un trabajo curatorial y una retrospectiva.
Los comisarios Claudia Segura Campins, conservadora del MACBA, y Emiliano Valdés, conservador jefe del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAAM) son los corazones de este proyecto que lleva más de 3 años de producción, estudios de campo, investigaciones, aventuras transatlánticas, diálogos con los rastros de Hincapié, conversaciones con su familia, seres queridos, herederos de su práctica, etc. Se podría haber hecho un documental sobre este proceso, como si los comisarios fuesen detectives intentando apedazar la vida y obra de la autora misteriosa; un Searching for Sugar Man a la colombiana.
En cambio, se ha hecho esta muestra en clave de archivo suelto y desdibujado, que ha fomentado una comunidad pequeña formada concéntricamente alrededor de la autora colombiana cuyo fantasma ahora baila a través de cuerpos y objetos distintos. La exposición no solo cuenta con meras odas y reconstrucciones de las obras de Hincapié —un gesto que sería fútil— sino con nuevas aproximaciones inspiradas a partir de su legado junto a ofrecimientos de parte de personas que formaban parte de su círculo íntimo.
Destaca la colaboración con María José Arjona (Bogotá, 1973), coreógrafa y bailarina formada por la misma Hincapié. Ella ha concebido una pieza peculiar compuesta por 7 performers que han devenido un ser mutante y líquido que activan el espacio expositivo de una manera novedosa —con movimientos lánguidos, gritos citando textos de Hincapié, improvisaciones corporales— a lo largo de algunos días de apertura de la exposición.
Una tarde soleada en un MACBA calentado por un sol de otoño generoso, nos sentamos con Segura para hablar sobre la obra y legado inclasificable de María Teresa Hincapié, el proceso curatorial inusual, y el tejido generado por la artista previo a la exposición y el nuevo tejido generado gracias a ella.
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Gabriel Luciani: En la rueda de prensa, y después en las salas, se pudo detectar una comunidad que salió gracias a Hincapié, gracias a haber embarcado en un viaje que aborda esta tipología de obra en concreto. Quiero saber, ¿el hecho de generar comunidades alrededor de la experiencia expositiva forma parte de tu práctica curatorial en general?
Claudia Segura: Encuentro que en la práctica del comisariado son muy importantes los intercambios que tú haces. Con los artistas por supuesto pero también con otras figuras colaboradoras como pensadores que nutren el conjunto de maneras distintas. Nunca se trata de una autoría de un sujeto. Es siempre una polifonía. En cuanto a esta noción de comunidad que se ha creado en esta exposición, sí que es cierto que la propia práctica de María Teresa fue el intento de vivir con una colectividad y hacer su proyecto de Aldea-Escuela para artistas. Era por un lado para vivir en comunidad y por otro tener una relación más sostenible con el planeta. Después, otro elemento importante de la exposición que se iba tejiendo a la hora de la investigación fue que nos dimos cuenta de que el archivo, ese registro, se nos quedaba un poco corto. Era muy necesaria la parte oral, la parte de hablar con la gente que había sido próxima a la vida de María Teresa.
Es decir la parte afectiva era fundamental para entender la práctica que ella hacía pero también para poder articularlo en la exposición. Es decir, fue fundamental que la selección de artistas que invitamos para desarrollar proyectos nuevos partiese a raíz de la afectividad que tenían con ella. Hablé con Emiliano, el co-comisario, el otro día, y siento que el hecho de que haya esta performance que se expande a lo largo de toda la exposición, que se va transformando, y que se hace con 7 performers, me di cuenta de que es una exposición que requiere una continuidad. Que no se acaba con la inauguración. Tengo la necesidad de cuidar, no en el sentido paternalista, sino el de estar pendiente de las personas involucradas. El sábado pasado, por ejemplo, no tenía motivo para venir al Museu, ninguna visita guiada, y vine igualmente porqué sentí la necesidad de mirarlos, registrarlos, hablar con los performers.
Este diálogo es elemental. Es verdaderamente especial hacer una pequeña comunidad que se alarga en el tiempo y ver cómo dialoga con el MACBA y el público que también empiezan a formar parte de ello. La pieza no solo activa a los performers y sino que la coreografía colectiva también inspira a personas del público a interactuar con ellos. Una niña el otro día les perseguía, una persona se desnudó porque se desnudaron ellos, otro se sumó a una especie de ‘ser’ que estaban creando con sus cuerpos. El hecho de que la muestra no sea únicamente contemplativa sino que también participativa es un hito.
¿Si ha sido una práctica mía comisarial? No tan marcadamente. Siempre me intento nutrir de la polifonía de voces y distintos agentes y actores. Pero este en concreto ha supuesto un cambio en mi práctica. Es la primera vez que trabajo con una autora que ya no está. Siempre he trabajado con artistas vivos. Por lo tanto hicimos una profunda investigación. Me he metido tanto en la vida de María Teresa, en su círculo. Su hijo, por ejemplo, ha sido fundamental. Espero que me acompañen estas prácticas en mis próximos comisariados. Es algo que quiero continuar fomentando.
GL: Lo pregunto porque —siendo sinceras— a veces las experiencias institucionales pueden salir un poco frías, y el rol de la comisaria se convierte en un rol que alguien tiene que cumplir, una formalidad casi. ¿Fue importante evitar esas formalidades para mejor arraigar la exposición y ser más fiel al carácter de la obra de Hincapié?
CS: Darle voz fue muy importante. Por eso la exposición se llama Si este fuera un principio de infinito. Que es su primera pieza en solitario. Los apartados de la exposición son citas de piezas suyas en realidad. El lenguaje que estamos utilizando es un que ella utilizaba, muy poco intelectualizado pero altamente poético. Su práctica era muy intuitiva al final. Queríamos que esta intuición, de cultura popular, fuese lo que le diese una validación a través de la exposición.
En su propia práctica hacía lo mismo: recorría situaciones cotidianas y rutinarias que de alguna manera ritualizaba y celebraba hechos poéticos. La muestra tenía que concordar con esto. La publicación fue fantástica elaborar y nos ha ayudado a expandir. Llevamos 3 años con la investigación y eso marca la diferencia. A veces, inevitablemente, nos otorgan poco tiempo llevar a cabo una exposición, y generar diálogos, y puede haber un poco de distancia. En este, me he implicado de una manera muy fuerte.
Una anécdota: es el proyecto que presenté para la convocatoria del MACBA. Nos pidieron propuestas de exposiciones colectivas, de investigación, de la colección y una monográfica, y presenté María Teresa Hincapié. La desarrollé poco después de volver a Barcelona de Colombia, así que era una manera de no desligarme de un momento autobiográfico mío que fue impactante. Mis amigos colombianos me decían, ¡esta exposición la has hecho solo para venir a visitarnos!
GL: Hace 3 años y medio entraste en el MACBA. Justo antes estuviste en el NC-Arte de Bogotá entre 2015-2018 ejerciendo de comisaria y luego de directora. ¿Allí empezó tu relación con la autora colombiana?
CS: Efectivamente. De hecho, conocí a Maria José Arjona durante ese tiempo y fue la primera artista que invitamos para colaborar en la exposición. Fue estudiante de María Teresa y fue bautizada como la única persona que podía seguir su legado dado que era una de las pocas personas que llevaba a cabo performances de larga duración. María José me habló de María Teresa. Hay muy poca literatura sobre ella. En 2016 solo había una tesis doctoral muy difícil de acceder. Hicimos una antológica de la práctica de María José en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y conversando con ella, entré aún más en el mundo de Hincapié.
GL: Volviendo al abordaje y la conceptualización de la exposición —si no me equivoco— fue muy importante hacer justicia a la vida y obra de una persona con una obra que no tenía la intención de ser expuesta, y menos en un museo. ¿Os supuso un reto no caer en contradicciones institucionales y representar bien una obra difusa y una autora ausente?
CS: Era el mayor reto de la exposición: ¿cómo hacer que una práctica que se quiere transitoria —que el eje vertebral es el hecho de desaparecer— se adhiera al formato museístico? ¿Cómo hacer para que este fenómeno efímero se reprodujese? ¿Cómo reproducir que la esencia de ella se transmitiese para que el público pudiese vivir sus performance como si estuviesen con ella? Es trabajar el recuerdo del recuerdo a partir de una memoria de una memoria. Un archivo leído desde muchas otras voces casi menos la de ella.
Sí que es cierto que cuando iniciamos la investigación, hubo un archivo depositado en la galería Casas Riegner que tiene la Fundación Ellen Riegner de Casas para mujeres con cáncer así que cuando María Teresa murió, pudo morir en uno de los apartamentos de la misma. A punto de morir decidió hacer un estate (una testamentaría, una herencia de bienes, un contrato de uso de bienes o en este caso obras). Ella que no había vendido una otra en su vida de repente decide hacer esto. Siempre decía que el arte era un regalo al público pero de repente se tenía que pagar el tratamiento sanitario.
Entonces redactó un estate muy bien articulado que hizo con una abogada, los miembros del estate, una serie de artistas, comisarios y teóricos, su hijo y con la galerista. Todos firmaron. Cuando contacté con la galería, me informaron de la posibilidad de entrar en el circuito comercial la obra de la artista gracias a la documentación que se había hecho. Entonces, al morir, después de haber hecho un estate, ella sabía que sus obras podían ser susceptibles a la venta así que al final de su vida fue su deseo. Además, quería que su legado y su hijo pudiesen vivir con seguridad.
Este dinero que se está generado aseguran que hayan condiciones mejores de cuidado del archivo, de hacer registro de calidad, y que Santiago Zuloaga siga con el sueño de María Teresa que es crear una residencia para artistas en el terreno que se compró en el 1996. Pudo hacer alguna ronda de residencia pero debido al cáncer se tuvo que marchar. Accedes a este terreno caminando dos horas. Tiene una cantidad increíble de árboles fruteros. Pero a la vez es un entorno en que se vive con muy poca cosa. ¡Una sostenibilidad de verdad! Santiago sigue viviendo allí con este proyecto de residencias artísticas. También aseguró que hubiese una relación sostenible que retroalimentaba la relación con el pueblo de los Koguis, que están al lado.
GL: ¿Quizá las instalaciones servían de manifestaciones más dignas de su trabajo efímero y difícil de institucionalizar?
CS: Claro, las instalaciones son puestas en escena de rituales y performances que ella hacía, era una manera de acercarnos a su obra en movimiento. Una cosa es la documentación fotográfica, otra es hacernos entrar en sus intervenciones con círculos de césped, o una escenografía que incluye velas.
La idea de invitar a otras voces a formar parte de recrear su existencia es otra manera de no caer en contradicciones institucionales. Fosilizas y canonizas a un repertorio al pasarlo a un museo, limitarlo a una vitrina, la idea es entender que su archivo es una carne que se tiene que oxigenar y ver de muchas maneras. Además, no es una, mucha gente tiene registros de ella. La obra de Arjona no es una recreación de movimientos que hacía María Teresa, están leyendo textos suyos, personalizando e interpretando su mundo, y llevándolo al aquí y al ahora desde una perspectiva queer que María Teresa en su momento no tenía.
GL: En la rueda de prensa, marcasteis la intención del proyecto y vuestras esperanzas por la recepción de ello. Dijisteis que esperasteis que la exposición nos cambiase las maneras de mirar al mundo, a la cotidianidad, de darnos cuenta de cosas que pasan desapercibidas. ¿Cómo ha cambiado tu vida María Teresa Hincapié, tanto a nivel humano, tu día a día, como tu práctica como comisaria?
CS: Es curioso, nos ha tocado mucho esta exposición. Cuando llevas a cabo una investigación, no puedes evitar llevarlo a tu terreno personal. María Teresa hizo una acción que hablaba de una maternidad y el amor incondicional y yo acababa de ser madre e inevitablemente me afectó. También hablaba de la complicación de la maternidad y el posparto. Me acuerdo que hubo un momento de pérdida y vulnerabilidad absoluta. Me sentí muy reflejada. Además, su intento de valorar las cosas más verdaderamente importantes en la vida. Las preguntas existenciales que cada una de nosotras hemos hecho, en algún momento u otro. Ella nos invita a parar y decidir: quizá no necesito producir tanto. A nivel profesional. Necesito hacer una pausa y preguntarme a qué estoy dando importancia. Más control de mi tiempo, estar menos inquieta e insegura.
No han sido cambios drásticos pero sí a un nivel de cómo me relaciono con mi trabajo. Con quién me gusta trabajar, con quién no, qué prácticas; que las relaciones laborales y colectivas me afecten también en mi vida personal. Me ha ayudado a reconciliarme conmigo misma. Hemos visto muchas luces pero también mucha oscuridad. Es una persona con una vida personal que afectaba tanto a su obra que había cosas obscuras, contradictorias.
Cuando volví a Barcelona después de una visita muy intensa a la Aldea, empecé a oír pasos por el salón de mi casa y dije, “María Teresa, ¡tranquila que no voy a contar nada!” Todo el mundo tiene sus contradicciones y ensayos y errores y rectificaciones no a un nivel moral sino a un espacio de tranquilidad, de respirar sin autojuzgarse tanto. Nuestro trabajo como comisarias es mediar estas miradas críticas externas. Aquí estoy contenta con la exposición, mi trabajo, y muy tranquila. No sé si es bueno o malo pero estoy contenta.
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Se puede visitar la exposición en el MACBA hasta el 26 de febrero de 2023.
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