Entrevistas

exibart.es entrevista: Joana Roda y Desslislava Pirinchieva, curadoras de CLUBS-Art a la pista

Era el 19 diciembre de 2021; fuera hacía mucho sol, el cielo estaba completamente despejado y soplaba una brisa ligerísima. Era uno de estos domingos de invierno que te dan ganas de caminar por Barcelona sin una meta precisa, quizás hasta llegar al mar. Pero para ese día tenía otro plan. Había quedado con unx amigux en Gràcia –donde vivo– «para intercambiar el día con la noche». 

Juntxs bajamos andando hasta el Paral·lel para luego adentrarnos en la Sala Apolo, una de las salas de fiesta mas emblemáticas de la ‘Ciutat Comtal’: eran las 12h del mediodía. 

En el local principal del edificio, un grupo muy numeroso de personas estaba sentado en el suelo; todo el mundo parecía muy concentrado e hipnotizado por la reverberación de la música electrónica pinchada en directo y la repetición de los movimientos de una performer que, a ritmo de música, hacía volteretas de una lado a otro de una alfombra blanca colocada en el centro de la sala.

La acción –en la que nos quedamos inmediatamente atrapadxs– era The Death at The Club de la bailarina y performer Candela Capitan (Cádiz, España, 1996) junto a la dj y productora ISAbella (Cali, Colombia). Unos días antes, había leído en Instagram que, extendiéndose durante cuatro horas, la propuesta quería «explorar los lados oscuros del individualismo en la sociedad moderna a través de la danza […], llevando el cuerpo a un estado de impulso de muerte». No recuerdo cuánto tiempo estuvimos metidxs allí dentro; lo que sé es que tuve la sensación de haber entrado en un estado de trance bastante confortable. Sin duda, contribuía el hecho de estar viviendo la Sala Apolo de una manera totalmente inusual: estaba sentada junto a otras personas en la misma pista de baile donde ya muchas veces había venido a desconectar después de largas semanas de trabajo. 

Candela Capitán & ISAbella, ‘The Death at the Club’. Performance en la Sala Apolo, CLUBS-Art a la Pista 2021. Foto de L E A F H O P P E R. Cortesía de CLUBS.

The Death at The Club se enmarcaba dentro del programa de CLUBS-Art a la pista, festival que –como escribíamos hace unos días–, movía sus primeros pasos aquel año con la intención de «acercar la cultura del clubbing a la ciudadania y reivindicar el espacio del club mas allá de la noche, como un lugar de conocimiento, experimentación y libertad». En su primera edición, el festival se inauguraba tras una larga época de confinamiento y un extenso cierre de las salas de baile, y venía a celebrar también la vuelta a la presencialidad. 

A unos días de la inauguración de su segunda edición, de la que hablamos extensamente en nuestro último artículo relacionado y que tendrá lugar los días 17 y 18 de diciembre en distintos clubs de Barcelona y L’Hospitalet de Llobregat, tuve la posibilidad de hablar con sus curadoras –Joana Roda y Dessislava Pirinchieva. El festival es organizado por la Asociació de Sales de Concerts de Catalunya con el apoyo del Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya y la colaboración del Districte Cultural de L’Hospitalet, el MACBA-Museu d’Art Contemporani de Barcelona, la Blueproject Foundation, The Fish and Chips Shop y Pas Une Orange. 

Carolina Ciuti: CLUBS es un proyecto que nace en un momento histórico, económico, social y político muy especial. ¿Qué os motivó a lanzar el proyecto en 2021 y sobretodo que ha cambiado desde entonces?

Joana Roda: Me acuerdo de estar en casa y leer en el periódico sobre el proyecto que estuvieron haciendo en el Berghain de Berlín. [A finales de 2020, el histórico club de tecno reabrió como espacio de arte gracias a una colaboración con la colección privada Sammlung Boros. La exposición Studio Berlin contaba con la participación de 115 artistas que presentaban fotografías, esculturas, vídeos, instalaciones y performances realizadas, en su mayoría, durante la cuarentena. La muestra finalizó cuándo la sala pudo volver a su programación habitual. NdR]. Me pareció una iniciativa bastante interesante para reivindicar los espacios de baile y el salir de fiesta, para celebrar un momento de liberación y compartir sinergias. Sin embargo, en el caso del Berghain se trataba de convertir el edificio en un museo, transformando sus pistas de baile en salas expositivas. En nuestro caso, lo que queríamos era dar el protagonismo a las salas a partir de obras que se adaptaran al espacio, tanto arquitectónicamente como a nivel técnico y tecnológico. Pensamos que no tenía sentido llevar a los clubs una instalación o colgar ahí cuatro cuadros en las paredes: queríamos buscar piezas que dialogaran con el espacio y que no interfirieran con la programación de las salas, que justo volvían a abrir. Por ejemplo, buscamos vídeos que fueran fáciles de apagar durante la noche y de encender por la mañana. Donde fue posible, hubieron obras que llegaron a convivir con la programación de los clubs durante su habitual horario de apertura y esto fue muy bonito. Otra cosa que dijimos al personal de las salas es que no se preocupasen de vaciar el espacio: nos gustaba la idea que el público de CLUBS se encontrase con las vallas que marcarían las colas por la noche, o con los cubos de basura para la limpieza. En este sentido, la propuesta de Berghain fue muy bonita, pero realmente se trató de convertir el espacio en un museo, con una entrada cara de museo. 

Helena Vinent, ‘Hard Persistence’. Foto de la instalación en Freedonia, CLUBS-Art a la pista 2021. Foto de L E A F H O P P E R. Cortesía de CLUBS.

CC: En cambio, en vuestro caso hubo un esfuerzo para no utilizar los clubs como meros contenedores y para concebir una propuesta site-specific, que tuviera en cuenta la infraestructura de las salas, sus equipamientos y también sus circuitos de público. 

JR: Sí. Nosotras no queríamos transgredir por completo la función de las salas. Además queríamos proponer un evento accesible, económico y para todos los públicos. Así que fui a hablar con una amiga que trabajaba en Sonar –Geo Taglietti– para explicarle la idea que había tenido y ella me recomendó ponerme en contacto con Carmen Zapata, directora de la Asociació de Sales de Concerts de Catalunya. Carmen acogió el proyecto con muchísimo entusiasmo y así fuimos a hablar con las salas. Y el hecho de llevar a cabo el proyecto de manera asociativa también hace que sea diferente a lo de Berghain. Es muy bonito que salas de distintos recorrido y medidas –como la Sala Meteoro, el Freedonia o la Sala Apolo y el Razzmatazz– colaboren y se pongan de acuerdo para un mismo fin, como pasó en la primera edición. Después, me pareció muy lógico involucrar a Dessislava en el proyecto, por su larga experiencia a cargo de la programación cultural del Ocaña [histórico local en la Plaça Reial de Barcelona, NdR], su amplio conocimiento de las salas de la ciudad y su formación artística. ¡Nos complementamos muy bien!

Dessislava Pirinchieva: ¡Un equilibrio perfecto!

JR: La primera edición fue muy bien; después de la pandemia tenía mucho sentido reivindicar la presencialidad en las salas de baile a través de propuestas artísticas. Pero, por lo general, sigue vivo el interés de los clubs por vincularse con otras disciplinas. De hecho creo que es muy importante apostar por esta hibridación; a veces las artes visuales se quedan en un sitio, el teatro en otro, la danza en otro y los clubs son lugares perfectos para que estas disciplinas se encuentren y dialoguen. Un club no es un museo, sino un sitio más neutro, más familiar y quizás incluso más democrático: todas hemos ido a un club, pero no todas hemos entrado en un museo o en un teatro. 

CC: Podríamos decir entonces que en un principio el evento nació con la urgencia de responder a un momento de crisis, celebrando la presencialidad y las salas como espacios de encuentro, y que lo que permanece hoy es la voluntad de hibridar distintas disciplinas y, quizás también, de reflexionar sobre las múltiples caras del ocio? 

JR: Sí. De hecho el ocio nocturno está muy estigmatizado. Está claro que hay muchas maneras de salir de fiesta…pero aunque salgas para olvidar y dejarte ir, para desahogarte: ¿porqué no? Es otra manera de expresarse y liberarse. Es cierto que hay gente que nunca entraría en un una discoteca porqué tiene ciertos prejuicios; pues CLUBS también está pensado para ellos. Para todas aquellas personas, familias incluidas, que quieran tener una experiencia distinta de las pistas de baile en un horario inusual. 

DP: Comparada con la propuesta de Berghain de Berlín, la de CLUBS es mucho más horizontal y deslocalizada; es muy bonito contar con la participación de diferentes salas, y ver que de esta manera se va creando una red local e internacional expandida. El hecho de que participen clubs de distintos tamaños, o artistas más o menos reconocidos tiene mucho que ver con el ADN del proyecto. En la edición del año pasado, por ejemplo, el programa acogía obras de Wilfriedo Prieto  (Zaza del Medio, Cuba, 1978) o Maria Ribot (Madrid, 1962) al lado de piezas de Helena Vinent (Barcelona, 1988) o Candela Capitán (Cádiz, 1996). Es una propuesta horizontal y nace de la voluntad de generar otros espacios de visibilidad, hibridación y creación. Los honorarios que establecemos para los artistas también son muy horizontales: tenemos un flat fee que es igual para artistas emergentes o más forjados. Para resumir que es CLUBS, siempre me gusta citar a Maria Ribot que, en ocasión de la pasada edición del festival, presentó el vídeo Mariachi 17 en la Sala Apolo, en la pantalla que se encuentra justo en la entrada del club, detrás de las taquillas donde la gente hace la cola. En este caso en concreto, la pieza se quedó encendida incluso por la noche coincidiendo con el horario de apertura del club. Maria dijo que le entusiasmaba la posibilidad de compartir su vídeo con un público más amplio y diverso y, de esta manera, democratizar el arte. 

Foto de la pasada edición del Festival. De L E A F H O P P E R. Cortesía de CLUBS.

CC: Otra cosa que vale la pena destacar es que la mayoría de las obras que seleccionasteis para la edición anterior, y de las que habéis elegido para la que esta a punto de inaugurar, son vídeos. Y sabemos que una de las ventajas que tiene el vídeo es la de no requerir transporte o seguro. Además, en vuestro esfuerzo por adaptaros a las salas y a sus equipamientos, podemos decir que el vídeo os permite ser muy flexibles… 

JR: Claro, a veces tenemos algo de montaje pero intentamos siempre minimizar. Cada vez que las condiciones lo permitan, aprovechamos los materiales que ya están presentes en las salas. Por ejemplo, este año uno de los artistas invitados presentará un vídeo en la Sala 1 del Apolo. Ahí hay una pantalla en el techo (cosa que en un museo no acostumbra a pasar) y el artista ha adaptado su vídeo a este formato.

DP: Una cosa que estuve pensando estos días, sin querer sonar oportunista, es que CLUBS es un proyecto muy sostenible. Hemos estado reutilizando espacios que ya existen y que de por si tienen las condiciones técnicas para mostrar vídeo o performance. Además el personal de los clubs está muy entregado y acompaña el proyecto con grande entusiasmo. El año pasado una de las guardias de seguridad de la Sala Apolo se conocía todas las obras de memoria y se las iba explicando al público. Y esta es la magia del festival, su parte transformativa que ocurre de forma muy orgánica, sin tener nada de pretensión. 

CC: Es cierto que la experiencia que proponéis con CLUBS es inusual y en esto reside también su atractivo. En este sentido, me da la sensación que acceder a una discoteca de día sea como entrar en una pequeña cápsula del tiempo. O por lo menos esto es lo que pensé al visitar las propuestas de la pasada edición. La vista tiene que acostumbrarse a la oscuridad e incorporar otro ritmo, otra velocidad. 

DP: Yo creo que es como congelar el tiempo. Durante la noche nos pasan cosas muy aceleradas, cuando nos levantamos por la mañana tenemos flashes borrosos de cosas que nos pasaron y de las que no estamos muy conscientes. En cambio, cuando entras en un club de día estás mucho más atento, con los sentidos más abiertos. Pienso que entrar en un club de día proporciona un momento de reflexión, más congelado, más íntimo y personal comparado con una experiencia nocturna. 

JR: También pienso que de día se activan otros sentidos. De repente el tiempo es más real. Durante la noche todo parece mágico, la noche te confunde. Pero durante el día de repente todo es más real: la pintura de las paredes que está desconchada, el olor del día anterior, de la humanidad que queda, el suelo que está aún poco pegajoso. Se activan otras dimensiones que te hacen más consciente del espacio. Esto me ha pasado, por ejemplo, con la sala fumadores del Apolo: de noche ni la notas y de día te das cuenta que el techo está abierto. También es verdad que cuando entras en un club de día, pierdes un poco la noción de la hora. Es una experiencia muy freaky, que te descoloca y desdibuja tu percepción del tiempo. Tiene algo de voyeur también; son sitios que están normalmente asociados a lo libertino, a la locura y de repente verlos durante el día es como entrar a un sitio prohibido, tiene un punto morboso. 

CC: También produce mas conciencia sobre la infraestructura de los espacios y la presencia de todas las personas que de día están trabajando para que las salas cobren vida por la noche. Hablando de la selección para esta edición, ¿cuál sería el hilo conductor que liga todas las piezas? 

DP: Si examinas las piezas de este año, todos los artistas están hablando de intercambio y de cómo comunicar a través del cuerpo y del espacio. No ha sido un hilo buscado, pero de alguna forma ha aparecido de manera orgánica. En general la idea es la de seleccionar obras que tengan que ver con el clubbing, con el movimiento, con el cuerpo, con la voluntad de liberarse o de explorar otras posibilidades de expresión. 

JR: Aunque no haya una tesis, siempre intentamos buscar artistas que tengan piezas que se relacionen con estos temas. Buscamos seguir unas líneas comunes, sin tampoco ser muy estrictas a nivel curatorial. 

CC: Trabajando desde hace mucho tiempo para un festival [el festival LOOP de videocreación, Ndr], siempre me interrogo sobre lo que queda después del evento. Los festivales son propuestas efímeras: acostumbran a tener una duración muy reducida en el tiempo y, a menudo, una programación muy amplia. Y esto es muy demanding para el publico, sobre todo en una ciudad tan festivalera como Barcelona. ¿De qué manera se archiva al experiencia de CLUBS?

JR: Evidentemente todo se archiva y documenta en la web, pero creo que lo más importante que queda es sin duda intangible. Se trata de una comunidad que se genera entre los clubs y los artistas que han participado y que va más allá del festival. Además es un evento muy pequeño y con una amplia participación de artistas locales; si a lo mejor solo fueran internacionales, sí que sería un evento que llega y luego se va sin dejar rastros.

DP: Lo mas bonito es la comunidad que se genera y me he dado cuenta que esta comunidad crece, colaborando con más ganas, facilitándonos nuevos contactos, en un intercambio constante que esperamos siga ampliándose con los años. 

 

La segunda edición del festival tendrá lugar los días 17 y 18 de diciembre y contará con una amplia selección de artistas locales internacionales. Entre las propuestas, cinco performances en directo en distintas salas del circuito. El evento acabará con un dj set en SIDECAR, por Miriam Camara, dj/selector de origen guineano-español nacida y basada en Barcelona, en activo desde hace dos años y componente del colectivo Jokkoo.

Toda la programación de CLUBS se puede consultar en la página web del evento. Aquí,  el enlace para comprar las entradas.

Anne-Lise Coste, ‘El amor será nuestra venganza’. Cortesía CLUBS.
Carolina Ciuti

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