Lebo Kekana (Johannesburgo, 2000), con tan solo 23 años, ha perforado la escena de arte balear-barcelonesa en un plazo de un par de meses. A lo largo del mes de agosto en Eivissa y luego en septiembre en Barcelona, realizó dos adaptaciones distintas de la misma exposición colectiva —Arthouse— y compuso casi improvisadamente un ciclo de cortometrajes de autorxs sudafricanxs.
Fruto de intensas colaboraciones y timings impensables, el artista, comisario y fundador de la plataforma curatorial nómada, FEDE, restauró, durante un breve tiempo, una brecha que lleva años fracturando el contacto entre España y las naciones africanas; a pesar de siquiera residir en España. De hecho, ha sido su primer contacto con el continente europeo. Durante nuestras conversaciones, expresamos mútuamente que es altamente vital que estas activaciones den paso a más articulaciones dialécticas y polifónicas entre España y África; sobre todo en momentos convulsos repletos de conflictos territoriales y raciales.
Afincado en Johannesburgo, Kekana opera de manera polifacética, porosa y plural. FEDE, que se fundó en 2020, opera de la misma manera adaptándose a distintos espacios. Esta existencia amorfa facilita la mutación; palabra que Kekana usa con frecuencia. Tuve el placer de experimentar en persona las dos activaciones en Barcelona promovidas por FEDE: una en el espacio auto-gestionado ubicado en Carrer de Consell de Cent, 200Cent y la otra en la terraza del hotel Pol & Grace.
Gracias a la colaboración entre Kekana y una de las fundadoras de 200Cent, Eléa Orengo de Lamazière, decidieron adaptar una exposición colectiva que tuvo lugar en una finca eivissenca gestionada por la marca de ropa, Can Pep Rey, al espacio expositivo de 200Cent. Lxs participantes fueron Michael Tymbios (Sudáfrica, 1988), Shakil Solanki (Ciudad del Cabo, 1997), Terence Maluleke (Sudáfrica, 1995), Guy Simpson (Sudáfrica, 1994), Tzung Hui Lauren Lee (Sudáfrica, 1998) y Banele Khoza (Hlatikulu, Umbuso weSwatini, 1994).
La otra activación en el hotel boutique del barrio de Sant Gervasi se consolidó como un screening de varios cortometrajes y piezas de videoarte de otras voces sudafricanas como Mzonke Maloney, Zandile Tisani, Jack Markovitz, Sanaa Mothabisa y Katya Abedian-Rawháni. En ambas, una gran porción de la comunidad sudafricana afincada en Barcelona salió para colectivamente gozar de voces y realidades familiares. Se notó un aire de alivio. Hacía mucho —por no decir nunca— que no se celebraban tantas voces artísticas procedentes de naciones sudafricanas bajo el mismo techo. Esto claramente evidenció otra gran carencia de comunicación e intercambio que tenemos con nuestro continente vecino.
Después de un tiempo de reposo y procesamiento psicológico, conversé con Kekana con tal de resumir su experiencia en España, y realizar una vista aérea de las intenciones de sus intervenciones muy necesarias en nuestro contexto.
Lebo Kekana: Fede es un saludo informal; un tal cómo estás, se podría decir. Proviene del tsotsitaal, una jerga vernácula o callejera fomentada en muchos townships [municipios de clases diversas] negros en el siglo XX, popularizada por primera vez en el municipio de Sophiatown, en Johannesburgo; ciudad que sirvió de centro cultural negro que se conoce por haber dado paso al desarrollo creativo de algunos de los escritores, músicos, políticos y artistas más famosos de Sudáfrica, antes de ser destruido por el apartheid.
Dado que me crié en uno de estos townships, considero que el tsotsitaal es mi primera lengua (incluso más que el Ndebele, mi lengua materna). Puesto que se compone de muchas otras lenguas sudafricanas, me fascina lo adaptable que es, y cómo evoluciona constantemente y adopta una forma ligeramente nueva en función del entorno urbano en que se habla. Parece ser una forma de expresión creativa en sí, y aunque tiene distintas variedades, es la vasija que sostiene una identidad única para todos sus hablantes, que la reconocen como una sola variedad, sea cual sea la forma que adopte.
Todos estos elementos se vuelven intrínsecos a cómo se define FEDE Arthouse. Con respecto a la multiplicidad de disciplinas de la plataforma y de su constante metamorfosis como galería nómada, sin dejar de ser fiel a su identidad básica, el nombre pretende ser un marcador de identidad —al igual que su significado para todos sus hablantes— y actúa como un significante —en términos semióticos— que remite al lugar dónde se originó la idea, ya que FEDE se mueve y se nutre de las diferentes partes del mundo donde puede aterrizar.
El objetivo primordial de FEDE es la práctica curatorial —en esencia, la creación de espacios— para crear experiencias expositivas alternativas de diversa índole y en distintos entornos, alejándose del modelo tradicional de creación de exposiciones y adoptando en su lugar un enfoque curioso y basado en la comunidad. Esto surgió del deseo de crear los espacios en los que me gustaría que existiera mi trabajo, dado que yo mismo soy, antes que nada, un artista.
El trabajo que hemos realizado hasta ahora marca la pauta de los objetivos futuros que espero que cumpla FEDE. Nuestras presentaciones van más allá de las formas tradicionales de las artes visuales, incluyendo experiencias cinematográficas o musicales, así como ofertas que se decantan por la arquitectura y el diseño. Considero que el arte y la creación de exposiciones que son espacios de investigación e indagación que nos permiten analizar la condición humana y la civilización humana y, como resultado, nos permite imaginar y soñar un mundo nuevo, lo que nos lleva a un diseño que creo que, en muchos sentidos, nos permitirá cumplir una nueva meta.
Se puede decir que la industria creativa sudafricana está aún en desarrollo, y quizá infraapoyada e infrautilizada. En la misma línea, FEDE integra iniciativas de reforma, como charlas con artistas o programas de residencia, orientados a mejorar las estructuras dentro del panorama del arte y el diseño. Me interesa saber cómo se pueden entender mejor estas estructuras, y tal vez remodelarlas para que reflejen las necesidades de nuestro contexto, para que la industria sea más accesible tanto para los profesionales como para el público.
Además, debido a la historia de Sudáfrica, la descolonización forma parte de los objetivos de FEDE, por lo que subyace la intención de crear espacios que se inspiren en las diversas formas de ser indígenas. Esto se expresa implícitamente a través del lenguaje de compromiso que empleamos (por ejemplo, Tsotsitaal), y explícitamente a través de los temas que exploramos. Por ejemplo, un modelo arquitectónico y una instalación que destacan el valor de la arquitectura vernácula y celebran el uso de materiales indígenas a través del diseño. Hicimos un proyecto así a principios de este año en el stand que tuvimos en la feria de diseño (Decorex África), titulado Earth.
Todo ello nos lleva a un objetivo más amplio: crear formas y experiencias a través del arte, el diseño y la arquitectura que se inspiren en una auténtica identidad cultural, la muestren y la celebren, y que existan dentro de una conversación global.
LK: El proyecto en Eivissa surgió de una colaboración con la marca de moda barcelonesa Can Pep Rey, que acoge a diferentes perfiles creativos y organizaciones artísticas en su espacio de residencia en la isla durante el verano de cada año. La conversación surgió a raíz de la visita de un representante de la marca a una exposición que organizamos en Ciudad del Cabo a principios de año, titulada Process.
El espacio de Eivissa es una finca tradicional española, que resonó en primer lugar por su fuerte sentido de identidad cultural, pero también porque inmediatamente creó un vínculo con la exposición inaugural de FEDE en 2020, que tuvo lugar en una casa alquilada en Ciudad del Cabo con obras de arte expuestas en espacios diseñados para el ocio. Esto nos dio otra oportunidad de reimaginar una casa en un espacio de la galería a través de simples gestos de cuidado. Esto nos permitió volver a esas ideas que son fundamentales para FEDE —el acto de centralizar el confort y el compromiso en la práctica curatorial— en un nuevo contexto y de una manera que hizo que esas ideas se volviesen universales.
Al concretarse el contexto, el contenido empezó a responder explorando ideas elementales pero esenciales, como la relación entre el arte, la naturaleza y el entorno construido. Cada obra de arte, y su relación con el espacio, transmitía intrincadas narrativas que fomentaban la exploración de vínculos entre lugares (España y Sudáfrica), prácticas (moda y arte), medios (pintura y grabado), espacios (galería y hogar) y lógicas (creación de exposiciones y tareas domésticas).
Tymbios visualiza las partes montañosas del paisaje de Ciudad del Cabo enriquecidas por el sonido del agua que fluye en los ríos, antes de pasar por debajo de la ciudad. Maluleke y Khoza aluden sutilmente al delicado límite entre el interior y el exterior representando la naturaleza a través de la flora. La obra de Simpson es una instantánea abstracción de un espacio interior que nos lleva al sentimentalismo ligado a la casa de su infancia. Otro elemento de abstracción lo encontramos en las marcas de Tzung-Hui, inspiradas en el arte popular chino. En mi obra me centro en las conexiones entre los seres humanos en una exploración de los efectos psicológicos de la política racial vista a través de la presencia del espacio, mientras que Solanki ofrece una delicada sensación de intimidad con figuras sensuales que se mueven por el espacio. Mirando al conjunto, las obras ponen de manifiesto la fragilidad, la extrañeza y la belleza de las conexiones entre las personas, la naturaleza, los espacios y los objetos.
Después, transmutamos el mismo contenido y lo adaptamos para 200Cent en Barcelona. Una de las principales distinciones fue el uso en la escenografía del material de embalaje utilizado para enviar las obras.
LK: Conocí a Eléa Orengo de Lamazière hace un par de años en Ciudad del Cabo, en un centro cultural muy especial llamado Ghost que lamentablemente cerró poco después. Más tarde el mismo espacio se convirtió en la sede de una de las exposiciones de FEDE. En fin, nos conocimos en una sesión de escucha que se celebró allí y desde entonces hemos mantenido una preciosa conversación sobre nuestros intereses y nuestro trabajo, e inmediatamente ambos llegamos al acuerdo que algún día trabajaríamos juntos. Así que, mientras yo estaba en Eivissa, seguimos la conversación y sentimos que era la oportunidad perfecta para hacerlo realidad.
En cuanto al material de embalaje que usamos en la escenografía de la muestra en 200Cent, quisimos dotar la segunda edición de la exposición con una identidad propia y, al mismo tiempo, convertirla en una experiencia inmersiva que sirviera de apoyo a la obra. Aunque fue mucho trabajo y en poco tiempo, a la vez nos resultó fácil dado que Eléa es una artista que trabaja con instalaciones. El material de embalaje creó la sensación de una especie de entorno encajonado, lo que alimentó la idea de la oferta como exposición itinerante.
Es curioso que hayas comentado que la muestra de Barcelona se hizo más «al estilo familiar,» porque eso es exactamente lo que sentí. Eivissa tenía su propia belleza y su energía única, pero Barcelona y el trabajo con 200Cent fueron especiales gracias a la gente, incluso más allá de FEDE. Sentí un fuerte sentido de comunidad en la ciudad que realmente aprecié, porque FEDE siempre ha hallado su fuerza de la comunidad de personas con las que se compromete. También creo que funcionamos bien porque 200Cent se creó con una lógica similar a la de FEDE; esta idea de que los artistas crean los sistemas y espacios que necesitan para su propio desarrollo.
LK: Desde luego. Creo que todo se debe a la casualidad y la coincidencia, que luego llevan al diálogo y a la conexión, que son requisitos previos para cualquier tipo de compromiso, al igual que un colaborador. Por ejemplo, mi estancia en España consistió en tres presentaciones, pero sólo la primera estaba prevista antes de llegar. Ya que soy muy sensible al espacio y al lugar, y a cómo me afectan, mi trabajo suele ser una respuesta a ellos. Después de la exposición de Eivissa, me enteré de que en España hay una visión muy limitada de Sudáfrica, y definitivamente, de la mayoría de los países africanos. Para mí, esto suponía una barrera para la conexión y el compromiso sincero. Me di cuenta de esto justo cuando estaba hablando con Sara Catalán, de The Over, cuando estaba intentando ponerme en contacto con diferentes creadores de espacios en Barcelona antes de llegar.
El objetivo de que FEDE existiera en España era dialogar con el espacio, sus creadores, sus comunidades —su esencia, en realidad— y ver cómo podría ser un intercambio y a dónde podría llegar. Esta idea se hizo más clara por casualidad y entonces sentimos la necesidad de ofrecer una serie de presentaciones que hicieron que nuestro compromiso con el espacio fuese más holístico. Aunque la presentación de películas, titulada House Films, no estaba relacionada con la exposición, sirvió para contextualizarla.
Con películas que exploraban las complejas dinámicas sociales que rigen las interacciones dentro de nuestras sociedades, como la raza y la religión, el ciclo de cortometrajes, House Films, pretendía ofrecer miradas íntimas a la psique colectiva de Sudáfrica, a través de una amplia selección de cortometrajes de cinco directores de cine: Mzonke Maloney, Zandile Tisani, Jack Markovitz, Sanaa Mothabisa y Katya Abedian-Rawháni.
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