Entrevistas

exibart.es entrevista: Lluís Garau, bailar en la oscuridad

La Carn. Espacio oscuro. Interior.

Entras. Un escenario iluminado con focos tenues de tonalidad fría. Ordenadores, cables. Filas de sillas que rodean el escenario; casi como si fuese una ópera o mejor dicho, una aria. Lo que nos espera es una especie de La voix humaine de Jean Cocteau; regurgitada y reinterpretada en clave queer. Un one man show que tiene lugar en las tinieblas. Huele a calabozo, a club de sexo: vapor, frialdad, apatía, humedad, liquidez, lejía, látex, sudor, saliva, semen y, como no, carne. Se observa que muchas cosas habían pasado ya en el espacio; se percibe vivido, transitado por una plétora de fantasmas, repleto con manchas indelebles de noches virtuales con desconocidos. Se nota una previa consumición de cuerpos pixelados detrás de un cristal de plasma.

La Carn es esta aria performática contada en tres partes por el actor, performer y bailarín Lluís Garau (Palma de Mallorca, 1997). Él es nuestra Elle, la protagonista de la obra maestra de Cocteau. Solitario, devastado, hambriento, desesperado, determinado. Los dos pasan la duración de la obra comunicándose con varios seres a través de medios tecnológicos. En el caso de Elle, es el teléfono. En el caso de Garau, es el TikTok y el Chatroulette (precisamente el Dirtyroulette, una plataforma digital de videosexo anónimo que te asigna una persona de manera aleatoria).

Lluís Garau, ‘La Carn,’ 2024. Cortesía del artista.

Lo más sorprendente, por no decir chocante, es que Garau no utiliza ganchos ni magia de Hollywood. Durante cada sesión de La Carn, entra de verdad en Dirtyroulette, una especie de peep show virtual, y conversa con personas aleatorias. Les baila, les seduce, y les habla. Garau se inventa un personaje: un chico de Santa Coloma. Se convierte en una fantasía de lo que se espera de un chico cis gay: entregado, dispuesto a todo, energético, masc-passing, deportivo. Con tal de enfatizar esto, lleva una camiseta de fútbol Adidas, rodilleras, bambas y calcetines negros; elementos que recuerdan al imaginario pornográfico de fantasías futbolistas.

El imaginario masculino homosexual es altamente performativo. Lleno de roles, fetiches semióticos, léxicos preestablecidos por el porno, Garau condensa algunas de estas dinámicas en una performance que viene a ser un homenaje a la búsqueda incesante de la belleza, el placer y la intimidad. La tragedia gay, que se ha articulado mediante una miríada de mártires ficticios en la cultura visual, suele explorar cómo la atracción carnal homosexual somete el cuerpo a una serie de consecuencias devastadoras. Empezando por el mito de San Sebastián, pasando por películas clásicas como Cruising (1980), y entrando en exploraciones recientes como Sauvage (2018) o Drifter (2023), la colectivización de deseos insaciables en la comunidad gay es un fenómeno peculiar y puede llegar a la producción de prácticas peligrosas como las que explora el aclamado documental Chemsex (2015). Estos son todos referentes para Garau, junto con la cultura visual que teníamos todxs lxs miembros de la Generación Z al alcance mediante un portal cotidiano: el ordenador.

Nos sentamos con Garau con tal de indagar en las fuentes de inspiración y vivencias reales que contribuyeron a la elaboración de La Carn que acogió el Centre Cívic Can Felipa el pasado 9 de febrero.

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Gabriel Luciani: ¿Nos puedes hablar de los antecedentes y orígenes de La Carn? ¿Cuándo nació la idea, y a qué respondía?

Lluís Garau: Como artista escénico, encuentro mis referencias principalmente en el cine, lo cual ha moldeado mi formación. Sería importante destacar dos películas en particular que marcaron el inicio de mi interés en la performance. El Sótano de Ulrich Seidl; filme que explora las profundidades íntimas y oscuras de la sociedad occidental usando como ejemplo varias familias en un pueblo austriaco, revelando diversas pulsiones humanas en escenarios ocultos. Suele pasar que en estos espacios tan íntimos y ocultos suceden los fenómenos más perversos de la sociedad.

Por otro lado, un referente con una atmósfera radicalmente distinta, Muerte en Venecia de Luchino Visconti. Me impactó su representación de la belleza pura e intocable, encarnada en un niño. Estas experiencias influyeron en la creación de La Carn, donde abordo la dualidad entre la belleza y las pulsiones humanas, explorando los aspectos más íntimos de la vida cotidiana.

Como artista, siento que la belleza o la pureza me han tenido prisionero e irónicamente las entiendo como herramientas liberadoras. Algo que he observado en mis propias carnes es cómo se han utilizado en contra de mi mismo y de mi bienestar. Estas ideas son los fundamentos de La Carn: por un lado la belleza y las pulsiones, y por otro, las cosas que suceden en el sótano de casa.

Retrato de Lluís Garau. Fotografía de Alberto Melià. Cortesía del artista.
GL: Para entender mejor la estructura de la performance, ¿nos puedes relatar las tres partes —si no me equivoco— en las cuales se despliega La Carn?

LG: Efectivamente la performance se divide en tres partes distintas. La primera presenta al personaje, inspirado en el productor porno checo Czech Hunter, explorando la relación entre la adolescencia y la pornografía. La intención de estos vídeos es grabar el actor y la persona de forma oculta y, a cambio de dinero, pedirlos sexo. Presento este personaje como una persona sola en casa, obsesionada con la figura del Czech Hunter.

La segunda parte se centra en las interacciones en plataformas como Dirtyroulette, mostrando la humanidad y la soledad que coexisten en estos espacios digitales. Al interactuar con ellos, bailo porque la danza siempre se suele asociar a la belleza, la seducción y el erotismo. La tercera parte es una búsqueda de redención, donde recreo cuadros barrocos que retratan la belleza masculina a lo largo de los siglos y cómo el pintor ha ido retratando esta belleza mediante representaciones míticas como Narciso de Caravaggio, Lamentación sobre Cristo muerto de Mantegna o Cristo crucificado de Velázquez.

GL: Como curiosidad, dada la fragilidad de la segunda parte con Dirtyroulette, ¿cómo se ensaya? ¿Tienes un plan B?

LG: Aunque tengo planes B en caso de fallos técnicos —admito que en algunas instancias nos ha fallado el internet y tuve que improvisar—, me encanta la espontaneidad y el desconocido que pueden cambiar la estructura de la performance. Entrar en el escenario sin saber qué va a pasar me saca de mi zona de confort y me permite encarnar diferentes situaciones y personajes; es decir, salir de mi mismo. Aunque los ensayos pueden resultar aburridos, la interacción con el público durante la performance es lo que realmente me cautiva como intérprete.

Lluís Garau, ‘La Carn,’ 2024. Fotografía de Lua Anaya. Cortesía del artista y del Centre Cívic Can Felipa.
GL: Otro tema que quería explorar en cuanto a la segunda parte es la cuestión ética. Es decir, las personas que salen en la performance no saben que forman parte de una performance. Implicar a voces y cuerpos en una obra de arte sin su consentimiento ni su conciencia puede perjudicar su identidad y se puede interpretar como un ejemplo de mala praxis. ¿Es algo que tenías en cuenta al concebir la performance?

LG: Es una pregunta esencial. Cabe remarcar que para mí es fundamental preservar la privacidad y el respeto de las personas que participan en la performance. Siempre busco mantener la completa anonimidad de quienes interactúan conmigo en línea, evitando cualquier forma de exposición o conflicto. Aunque reconozco los desafíos éticos de mi trabajo, mi objetivo es retratar mi experiencia sin ridiculizar a nadie ni violar su intimidad.

Tengo mucho respeto por la gente que está online. Yo también estoy conectado en la plataforma; de otra forma pero igualmente hemos venido a lo mismo. Además, en ningún momento me burlo de ellos. De hecho, una de las ideas que surgió al principio cuando estábamos empezando a idear la obra fue proyectar mis interacciones en Dirtyroulette en grande para que el público también lo pudiese ver. Claramente dije que no. Tenía que ser 100% anónimo.

GL: Hablando sobre tus intenciones, ¿deseas generar una atmósfera crítica hacia los mundos que exploras o intentas no opinar?

LG: Mi intención es mostrar sin juzgar y permitir que el público saque sus propias conclusiones. Aunque hay un cierto posicionamiento político en mi trabajo, principalmente autobiográfico, no pretendo imponer una opinión concreta. Más bien, busco generar reflexión y debate entre el público. A nivel personal, me he hecho daño a mí mismo con estas dinámicas en la vida real. Reitero que hablo desde un punto muy autobiográfico, como una especie de autoflagelación.

Lluís Garau, ‘La Carn,’ 2024. Cortesía del artista.
GL: En cuanto a la cultura visual gay, las películas de las cuales disponemos suelen hablar sobre el sufrimiento que viene simplemente a causa de ser gay junto a las dinámicas tóxicas, consumición de cuerpos y drogas. Se pueden interpretar como advertencias o simplemente exageraciones. ¿Intentas girar el espejo hacia la escena gay de alguna forma?

LG: Es inevitable. Girar el espejo, me gusta esta metáfora. Siento que en el arte teatral o escénico el público siempre se verá reflejado. Rebota directamente lo que hago. Lo hablaba con una amiga después de ver la obra. Hablamos sobre los conductos del sexo homosexual y los límites que muchas veces no se respetan. Nos dejamos ir por perversiones, pulsiones eróticas, sin saber poner freno. Se acaba convertiendo en un sexo adictivo y desentrenado. Mi advertencia sería que esto pasa generación en generación. Soy un gay que nació en 1997, tengo 26 años. ¿Cómo es posible que tenga las mismas pulsiones que muchas generaciones anteriores a mi? ¿Y que las nuevas generaciones posteriores también compartan deseos semejantes? Puede que este traspaso de pulsiones tan oscuras venga de una represión anterior. Este es el espejo que quiero poner.

GL: ¿Se puede decir, entonces, que la performance cae en la nostalgia romantizada de un pasado abstracto en el que no había tanta oscuridad?

LG: Curioso. Pienso lo que nos lleva a la búsqueda u obsesión con estos estados de sexo extático y adictiva es precisamente la nostalgia o el recuerdo. Si no tienes un buen recuerdo no vuelves. Y puede que tardes mucho en rebuscarlo pero siempre hay un deseo de volver allí. Puede que la dinámica de ir a los bajos fondos, de volver a estas pulsiones internas, tenga un punto satisfactorio. Un punto de placer. Y siento mucho placer haciendo mi obra y liberado cuando se acaba. Así que sí, hay un punto de nostalgia.

GL: Para acabar, ¿nos puedes dar alguna primicia en cuanto a la nueva película que harás inspirada en la performance? ¿Se puede contar públicamente ya?

LG: ¡Claro que sí! Se trata de un documental quasi-fictício que sigue a un personaje —yo— que es actor e intérprete. Queremos jugar con lo que es falso y real, y distorsionar cómo relatamos la realidad en el cine. Estamos aún con el cierre de detalles pero se puede decir que en 2025 estrenamos una película que se llamará La Carn distribuida por Filmin que contará con Joan Porcel como director, Charlie Bujosa como productore y un guión realizado por Joan Porcel, Pere Sastre y yo.

Lluís Garau, ‘La Carn,’ 2024. Cortesía del artista.
Gabriel Virgilio Luciani

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