exibart.es entrevista: Mo Laudi, revisitando el relato visual de la diáspora africana
Entrevistas
El comisario, DJ y artista sudafricano, Mo Laudi (Polokwane, 1978), es una fuerza mayor. Afincado entre París y Johannesburgo, Laudi está desarrollando nuevos códigos dentro de las cuales artistas africanos, afrodescendientes y de la diáspora se pueden inscribir como agentes creativos en contextos variados. Estos desafían a algunos movimientos unificadores antiguos que a menudo acaban en hegemonías tóxicas o etiquetas y prácticas anticuadas. En respuesta a las contradicciones, el agente cultural propone una alternativa emocionante. Lleva el nombre ‘Globalisto’ y viene a ser un concepto altamente impactante que utiliza las artes visuales y la música como armas tiernas pero a la vez feroces para desmantelar nociones antiguas de lo que son las naciones africanas y el colonialismo.
La filosofía articulada en la exposición Globalisto. A Philosophy in Flux, comisariada por Laudi en el Musée d’art moderne et contemporain de St. Étienne, es una que combina elementos del Pan-Africanismo, Negritude y la teoría especulativa negra para luego subvertirlos y proponer un nuevo conjunto de actitudes: la escucha, el deshacer, el desdibujar estereotipos y encontrar un world beat de dignidad; un ritmo al cual todas podemos bailar.
Los artistas que exponen en esta muestra, que cerró en mediados de octubre, proceden de o viven en países como Camerún, Egipto, Gabón, Malawi, Mozambique, Nigeria, Sudáfrica, Tanzania, junto a otros territorios como Europa, el Caribe o Estados Unidos. Jamika Ajalon, Sammy Baloji, Raphaël Barontini, Marie Aimée Fattouche, Sam Gilliam, Porky Hefer, Lubaina Himid, Arthur Jafa, Euridice Zaituna Kala, Samson Kambalu, Moshekwa Langa, Elsa M’Bala, Myriam Mihindou, Wilfried Nakeu, Otobong Nkanga, Josèfa Ntjam, Sara Sadik, Dread Scott y Gerard Sekoto son los 19 nombres que llenaron la sala expositiva con fervor y que sugieren nuevas miradas a los cuerpos racializados y comunidades marginalizadas.
Lo importante aquí es que son miradas desde dentro. Se liberan de las manillas del etnofetichismo y la etnografía en un contexto divisivo. Francia, España, Portugal, Holanda, Bélgica, el Reino Unido e Italia fueron algunos de los países europeos responsables por la división, violencia, guerraficación, militarización, explotación, esclavitud y manipulación sistemática del Global Sur; término no preferido por Laudi quien opta por una palabra con más alma y ritmo: Globalisto.
Durante el mes de octubre y noviembre, estuvo de residente en Barcelona en el hotel Pol & Grace gestionado por la comisaria y gestora cultural, Sara Catalán. Coincidió con su participación en una muestra colectiva en The Over, espacio gestionado por la misma Catalán, dentro del marco de LOOP Barcelona, Festival de videocreació. Su sabiduría como DJ y comisario se pudo apreciar en una sesión especial en un barco en el puerto de Barcelona, en donde participó como panelista junto a Admire Kamudzengerere, un artista de Zimbabwe y Mariella Franzoni, co-comisaria de la Feria de Arte de Ciudad del Cabo 2023.
Hablaron de la desmitificación de la lucha diaspórica, las formas incongruentes de abordar al mercado del arte con perspectivas percibidas como polémicas entre otros temas fascinantes. Estas conversaciones y diálogos abiertos, en los que intervienen una pluralidad de intersecciones, son vitales para el futuro del mundo del arte, y del mundo en general por descontado. Hablamos con Laudi por teléfono sobre estos temas, sus recepciones y el hecho de construir manifiestos celebratorios, energéticos y furiosos.
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Gabriel Luciani: Al proponer Globalisto, que se trata de un nuevo recurso retórico, una terminología innovadora que rompe con el pasado, ¿cuál ha sido la recepción por parte de miembros de la diáspora o persona afrodescendientes?
Mo Laudi: Al estar en Francia, comprendí que la mayoría de los franceses que he conocido tienen una noción de la filosofía que es antigua, muerta, académica y que está muy desconectada de la forma en que vivimos ahora. Por otro lado, al haber crecido en la Sudáfrica del apartheid, me di cuenta de que en realidad se trata de cómo ves el mundo, eso es lo que condiciona tu lente. Puedes llegar a tener una forma inconexa de verte a ti mismo. Mi familia vivió en Londres a finales de los 80 y volvió a una Sudáfrica muy diferente y cambiada. Cuando tienes la oportunidad de viajar, física o conceptualmente, aprendes a cuestionar tu pensamiento, a cambiar de lentes, a añadir prismas a tu lente.
Los países, las masas, pueden estar condicionados. ¿Cómo es posible que la percepción general de todo un país sea de una manera determinada? ¿Por qué es diferente en otros países? El nacionalismo, los sistemas de clases sociales, pueden llevar a una mentalidad grupal autoritaria tan imponente que de alguna manera se convierte en un statu quo incuestionable y difícil de abandonar.
En Sudáfrica, aunque había una percepción general de que la mayoría de la gente estaba entusiasmada con la libertad, había un miedo a la transformación. Algunos negros pensaban que estaban contentos con las condiciones del régimen del apartheid. Otros estaban muy ilusionados, dispuestos, aceptando o deseando el cambio. Me interesa mucho esta compleja transición: el transicionalismo post-apartheid.
En la diáspora hay un poco de eso, donde algunos están contentos o satisfechos con la forma en que están las cosas, y sienten que en realidad no están sufriendo tanto como en otros lugares. Pero cuando empiezas a conectar los puntos de lo que ocurre en Estados Unidos, Europa o Sudáfrica, te das cuenta de que las estructuras dentro de las instituciones son bastante similares, incluso ahora. Esto revela otra capa de necesidad de cambio. La filosofía de Globalisto reflexiona sobre un momento o movimiento actual, pensando y desafiando el racismo institucionalizado junto a la compartimentación y marginación. Hay una toma de conciencia de que en realidad se trata del tiempo, el tiempo entre una cosa y otra. Todas las luchas pasadas y presentes deben conectarse y hacerse más populares, actuar e interiorizar.
GL: Hay muchos términos de unificación sociocultural como por ejemplo el Mundo Islámico o el Sur Global que pretenden englobar muchas luchas y buscar paralelismos. Me recuerda al gran músico nigeriano, pionero de afrobeats, Fela Kuti que se convirtió en panafricanista gracias a su contacto con los Estados Unidos donde conoció una de sus novias; una abolicionista que le descubrió a él, como africano, los movimientos del momento.
Hablando de la música, el sonido es pura vibración; una gran unificación que afecta hasta las partículas subatómicas que conforman el tejido de nuestro universo. Es eso lo que tenemos en común: la capacidad de vibrar; esa estructura invisible que nos eleva y sostiene. ¿En qué sentido el sonido o la vibración sónica van ligados a las cosas físicas con las cuales tratas como comisario?
ML: El sonido es una frecuencia. Tiene su propia filosofía que no tiene fronteras ni forma. En cambio, se adhiere a estados de transición, de transmisión, de transformación que atreviesan las paredes. Incluso las personas sordas pueden sentir una línea de base. Estas nociones son muy poderosas. El sonido, las composiciones sonoras y el ritmo están en el centro de la exposición Globalisto. A Philosophy in Flux, exposición que comisarié este verano en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Saint-Étienne. Busco esa vibración: cuando ves una obra necesitas ver un mood (‘estado de ánimo,’ ‘atmósfera’), sentir un latido que se adapte a tus latidos, crear narrativas que conecten un impulso de cuidado, reparación y transformación. Así, crea una exposición con un ritmo y un mensaje de afirmación. Como dice George Clinton: ¿puedes sentir el funk?
Esa vibración, el ritmo sincopado de la repetición, rompe lo lineal. La música occidental tendría un 4/4; la música africana tiene un ritmo sincopado en el que hay una caja percusiva que empieza en el 3 y no en el 4/4. Cuando repites eso sientes un trance. Es esa alma la que traigo al espacio expositivo, al color. Cuando escuchas un determinado sonido, puedes imaginar de qué mood se trata. Así que creas el estado de ánimo a través del sonido. Es toda una idea y una filosofía que se desglosa en la composición musical, los silencios y el espacio que se convierte en arquitectura visual. Arthur Jafa dijo que Marcel Duchamp era un DJ, que tomaba objetos prefabricados y los remezclaba. Este es, en cierto modo, mi enfoque de la creación de exposiciones, en diálogo con las obras de arte de los artistas visionarios más increíbles.
GL: Es algo que me pregunto mucho a mi misma como persona no-binaria: ¿cuáles colectivos son los mejores en ser panorámicos? ¿En saber buscar y ser más exhaustivos en cuanto a ser más abrazadores de diversas realidades? Me refiero a la alianza entre los espacio queer y los cuerpos racializados. Al final, usamos palabras distintas para decir cosas idénticas, o al menos muy parecidas, y nos damos cuenta de la fuerza imbatible que tenemos si unimos energías.
Lo que Globalisto busca hacer es llevar la conversación adelante. Más allá de lo etnográfico como vimos en el MoMA en 1935, la muestra African Negro Art, cuando la otroedad coge más protagonismo que la obra en sí. Como DJ, ¿intentas conseguir lo mismo que con tus comisariados?
ML: Supongo que, en cierto modo, lo he hecho en la producción de mi música. Especialmente al provenir de espacios musicales sudafricanos, hay un ritmo, pero también hay una capa en la que hay una especie de rabia. Es una lucha. Y luego hay otra capa en la que se vuelve a ese ritmo, y luego otra capa es hermosa. Cuando comisarío, me encantan las texturas de alegría estética, explosiva y sorprendente. Cuando miras la obra, la sientes. Esa belleza. Pero cuando te adentras en la obra, en el origen de esa belleza, en el porqué de una pieza, sientes una rabia más compleja. Es decir, esa historia y emoción latente por ser marginado y la política sale a la luz. Y es puro. Es real, vivo, algo que no puedes reprimir. Tienes todas estas capas. Esta exposición tiene mucho que ver con mis propios traumas pasados interiorizados, que sin duda salen a la luz. La alegría y el dolor se combinan en una experiencia compartida pero personal.
Si viniese de un mundo diferente, tal vez sólo lo consideraría un ejercicio interesante, que podría ser muy difícil y problemático. Viene a ser uno de los problemas de muchas exposiciones etnográficas; este enfoque de «mira esto», ¡estos africanos! Pero cuando uno comisaría desde dentro busca contar su propia historia, de dónde viene, a qué problemas se ha enfrentado en el camino, dónde espera estar en el futuro. Así que hay optimismo, pero también está la parte oscura. Se convierte en una especie de lucha entre el pasado y el presente, de alguna manera se vuelve más poderoso.
GL: Claro, se trata de la aceptación de la complejidad de las luchas, y tener en cuenta sus alegrías y éxtasis. En la cultura queer no sólo hablamos de disforia queer, sino de euforia queer. La celebración es esencial, es decir el acto de seguir con la lucha pero, de camino, ir celebrando las nuevas afirmaciones y conclusiones que hacemos sobre nuestras identidades. ¿Cuáles reflexiones o conclusiones has podido desarrollar gracias a tu residencia en Barcelona? ¿Y cómo surgió?
ML: Sara Catalán mostró especial interés por mi instalación, Rest Paintings, en la Bienal de Dakar en mayo de este año. Hablamos de mi reciente actuación como DJ durante la Bienal de Venecia para el Pabellón de Zimbabue y el Pabellón de Sudáfrica, así como de mi improvisada actuación como MC en la fiesta del Pabellón Británico de Sonia Boyce. Muchos pabellones utilizaron la música y el sonido como material. Sonia Boyce se centró en las mujeres de la industria musical que no han sido tan reconocidas u olvidadas. Este mismo año fui DJ en la Bienal de Berlín, invitado por Kader Attia, gracias a La Colonie en París, donde solía ser residente. Me interesa difuminar los límites entre ser DJ, comisario y artista. En el sentido que afirma Fred Moten «el rechazo a ser un solo ser.»
Para la residencia, me propuse hacer un nuevo trabajo en la serie Rest Paintings, que trata de los silencios en el archivo, el espacio entre las notas, el trabajo, y cómo no podemos ver voces como las de Gerard Sekoto y Ernest Mancoba. Empecé esta investigación cuando me invitaron a una exposición en el Centre Pompidou de París. Se convirtió en lo que estoy haciendo ahora, en relación con la teoría musical. Busco crear paralelismos con la restitución como forma de lucha por la tierra, por los recursos, cuestionando el colonialismo y descolonizando el espacio. Me interesa especialmente cuestionar lo que algunos llaman el Sur Global, que no me gusta nada. Debe haber formas de crear comunidades interconectadas para mantener conversaciones más amplias que tengan un impacto positivo en el mundo.
Durante el LOOP, proyecté Afro Bolero II, un collage digital que recorre la historia del pueblo romaní, empezando por Rajastán, viajando a Pakistán y hasta llegar a Egipto, donde recibieron el nombre de «gitanos» como forma de colectivizar y ocultar su procedencia, un nombre que sugiere que eran de Egipto. Luego pasaron a Marruecos y España. Desde el punto de vista sonoro, hay todo tipo de conexiones de sonidos e influencias en su cultura musical.
Ida Rubinstein, una heredera rusa de mentalidad radical, pidió al compositor francés Maurice Ravel que compusiera un ballet. En aquella época había una tendencia procedente del underground español, de las clases bajas, los boleros estaban influenciados por las tradiciones africanas, así que se extendieron a la clase alta. Me gusta esa transición de lo que estaba prohibido y rechazado, «oh, nosotros no hacemos eso,» y de repente se convierte en parte de la alta cultura.
En Afro Bolero II confluyen imágenes de huellas de la descolonización, de líderes revolucionarios y de movimientos virales de danza actuales. Sé que en las instituciones artísticas francesas puedo contar con una mano la cantidad de miembros negros del personal que hay en puestos consagrados. Ciertamente, esto necesita ser cuestionado y reevaluado. ¿Dónde están las comunidades, culturas e influencias africanas y diaspóricas visibles y valoradas en los museos y centros de arte españoles actuales?
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