Interiorismo es una exposición del artista Jorge Isla, comisariada por Rodrigo Carreño, que reflexiona en torno a la nueva cultura digital y algunas de sus principales problemáticas. Centrándose en aspectos como la obsolescencia, los residuos digitales o la temporalidad, la sala expositiva se convierte una gran instalación inmersiva que permite al espectador adentrase de lleno en las obras de Isla. El exceso de información e imágenes que rige la cultura digital ha provocado una serie de cambios en nuestro comportamiento. Vivimos el aquí y ahora, el tiempo sin pausa o “tiempo instantáneo”, como lo denomina John Urry. Nos encontramos en un tiempo que se mide por clics, un tiempo inexistente en el que solo es válida la actualización y la instantaneidad. De esta manera, y como resultado de la sociedad moderna, surge lo obsoleto y, con ello, la economía de la obsolescencia donde de forma premeditada se genera el fallo para fomentar la concepción capitalista de la novedad, la actualidad y la renovación de los sistemas digitales. A través de lo obsoleto, artistas como Isla pretenden articular una crítica contra el tiempo de la producción digital. Nace así una de las mayores problemáticas de la cultura digital, el residuo tecnológico. Y es a través de los desechos digitales como Jorge Isla utiliza lo precario como fórmula de producción. A través del uso de las pantallas y carcasas de móviles, Isla encuentra una oportunidad para reflexionar sobre el sistema digital y acercar al espectador a una realidad que pasa desapercibida. El arte se interesa de nuevo en lo pobre y lo precario como revolución. Una precariedad que se ve reflejada en el uso de los elementos de deshecho que genera la cultura digital como oportunidad de denuncia, de alarma ante el espectador. Mediante tres series diferentes y siguiendo el concepto de instalación inmersiva de la teórica Mieke Bal, el espacio expositivo adquiere un nuevo significado para adaptarse al nuevo rol del espectador. Se crea un espacio habitable y donde el espectador puede observar y relacionarse con las obras sin ningún tipo de distancia o barrera. A través de la instalación se pretende volver al origen, al residuo como creación. Una forma de crear desde la reutilización. El invernadero, como espacio híbrido de ficción y producción. En el centro de la sala se puede observar Raices y cables, una serie realizada con ramas de vid y carcasas de teléfonos móviles. Una reflexión sobre la agricultura, donde las ramas representan la muerte y el abandono del cultivo de vid del pueblo del artista debido a los nuevos tiempo y políticas capitalistas que llevan a las máquinas a sustituir la mano de obra humana. De estas ramas, crecen esos móviles que simulan ser el fruto del capitalismo, el residuo tecnológico que invade nuestras vidas. Así, el suelo de la sala viene cubierto por miles de carcasas de móvil, Un mar de dudas, recuperadas por el artista de tiendas que no se encuentran adscritas a las políticas de reciclaje. Estos residuos, la mayoría generados por materiales o minerales que proceden del suelo, vuelven a su estrato original una vez caídos de las ramas, permitiendo al espectador caminar sobre ellos y ser consciente de los residuos que se generan en la actualidad mediante la obsolescencia programada. Por último, al fondo del espacio expositivo se encuentra Le Reflet, una composición con las carcasas de los móviles que genera una pantalla negra que produce un reflejo del espectador al observar la obra. Un espejo fragmentado que simboliza la sociedad actual. Un reflejo de nosotros mismos, un reflejo que aparece en la pantalla y parece avisarnos, en el único lenguaje que entendemos actualmente; el lenguaje visual, de los problemas de la cultura digital. Rodrigo Carreño, comisario de la muestra.