Un cartel inmobiliario que reza “En venta. Excepcional propiedad” ha sido colocado sobre la fachada del Padiglione d’Arte Contemporanea (PAC) de la ciudad de Milán, que depende de la Comuna local. Este edificio fue, en 1954, la primera arquitectura en Italia concebida expresamente para albergar arte contemporáneo. Pero hay que aclarar a los transeúntes desprevenidos que por allí pasan, incluso a aquellos que se dirigen al parque temático dedicado a la Navidad, el Villaggio delle Meraviglie, instalado justo enfrente del museo, en los Jardines Públicos Indro Montanelli, que no se trata de una ambiciosa operación inmobiliaria que pone en peligro el patrimonio público, sino de una obra de arte del argentino Leandro Erlich, acostumbrado a crear juegos de ilusiones con sus producciones artísticas, tal como hizo recientemente en su exposición Oltre la soglia, que tuvo lugar en el Palazzo Reale de esta misma ciudad.
Su obra El cartel abre paso a la exposición Argentina. Quel che la notte racconta al giorno, que despliega a lo largo de 2.000 metros cuadrados del PAC un panorama del arte contemporáneo argentino del último medio siglo, a través de obras icónicas de una veintena de artistas.
«Hay un acto de ironía que es jugar con la idea de que el patrimonio cultural está al servicio del mercado inmobiliario y que las cosas se transaccionan. La idea de que un espacio cultural así se puede perder de la noche a la mañana es un acto de violencia», dice Leandro Erlich (1973), el artista de las ilusiones, quien toma justamente la arquitectura cotidiana -elementos que están implicados en el día a día- como disparador de sus obras.
La ironía, la literalidad y la cita son las tres formas de violencia a las que los curadores, Diego Sileo -director del PAC- y Andrés Duprat -director del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires- han recurrido para hilvanar el recorrido a través de la exposición. No parece desatinado tomar la temática de la violencia para narrar la historia de un país que se ubica literalmente en el fin del mundo, que ha tenido una de las dictaduras militares (1976-1983) más sangrientas de América Latina -con desapariciones y robo de bebés- y que ha sufrido en el 2001 una de las más grandes crisis económicas y sociales a nivel mundial.
«Desde hace siete años que dedicamos una exposición anual a un país no europeo, para conocerlo a través de la mirada de los artistas. No es un acercamiento geográfico, etnográfico o antropológico pero sí es una mirada política a la cultura y a la sociedad de ese país, siempre a través del arte contemporáneo. Comenzamos con China, hemos seguido con Japón, también Brasil, y ahora es el turno de la Argentina. Es una ocasión para presentar y promover su cultura», explica Diego Sileo, el director del PAC, un sitio que recibe 50.000 visitantes al año y que se emplaza junto al Museo de Arte Moderno, enfrente del Museo de Historia Natural, cerca del Planetario y a menos de un kilómetro del Duomo, la joya más grande de esta ciudad.
«La muestra no pretende dar cuenta de todo el arte argentino. Eso sería imposible», agrega Andrés Duprat, director del museo que alberga la colección más grande e importante de arte argentino en Buenos Aires. «No es una muestra histórica pero sí es una muy buena representación del arte argentino contemporáneo, con foco en producciones que abordan la idea de la violencia, en algunos casos de manera más sutil y en otros, mucho más subrayada», agrega el curador, también arquitecto y guionista.
En el ingreso, el público se encontrará con cuatro obras de Lucio Fontana, «un artista clave que articula ambas escenas», sugiere el curador argentino. Tres dibujos hechos en Buenos Aires muestran cómo buscaba incorporar la tercera dimensión en la superficie pictórica. Junto a este grupo, una pintura realizada al otro lado del océano, da cuenta de aquello que le daría notoriedad: las telas cortadas con tajos. «Fue un guiño ubicarlo en el comienzo del recorrido», dice Duprat. Es que ambas naciones reconocen como «propio» al artista nacido en la ciudad argentina de Rosario en 1899 y fallecido en Comabbio en 1968.
Uno de los highlights es La civilización occidental y cristiana, icónica pieza de León Ferrari (1920-2013) que muestra la figura de Cristo crucificado sobre un avión de la Fuerza Aérea estadounidense y que fue censurada en su estreno en los años 60. Considerado un referente ineludible, Ferrari, quien ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia, no se cansó de denunciar en sus obras la relación existente entre religión, política y violencia en la cultura occidental.
Otro hito de la muestra es el registro fotográfico y audiovisual de una acción efímera que realizó en 1983 la artista pionera Marta Minujín (1943). El icónico Partenón de libros prohibidos, que replicaría más de tres décadas después en documenta 2017 de Kassel, consistió en una monumental estructura de hierro -emulando al templo griego- recubierta con miles de ejemplares de libros que habían sido prohibidos durante la última dictadura cívico-militar.
En un lugar protagónico de la sala principal, junto a los ventanales, y a lo largo de 35 metros, el artista Eduaro Basualdo presenta una inmensa masa negra e informe, que simula ser de brea negra y que sugiere una catástrofe de cuerpos aplastados. «Toda mi obra habla de algo tan anecdótico como existencial como lo es una catástrofe. Una fuerza que está más allá de tu decisión, ya sea la erupción de un volcán o un genocidio: el ser humano está atrapado en una escala de movimientos», relata Basualdo sobre su instalación site-specific.
Trabajos de Mariana Bellotto, Adriana Bustos, Matías Duville, Ana Gallardo, Alberto Greco (1931-1965), Jorge Macchi, Liliana Maresca (1951-1994), Cristina Piffer, Liliana Porter, Miguel Rothschild, Adrián Villar Rojas, Nicolás Robbio, Graciela Sacco (1956-2017), Alessandra Sanguinetti, Tomás Saraceno, Mariela Scafati y Juan Sorrentino forman también parte de este recorte que pone de manifiesto las múltiples formas de expresión de un país que durante años fue el principal destino de las grandes migraciones europeas.
La exposición que se podrá visitar hasta el 11 de febrero de 2024 en el PAC (Via Palestro, 14 – 20121, Milán) está promovida por la Comune di Milano Cultura con el patrocinio de la Embajada de Argentina en Italia, Tod’s y Tenaris, en colaboración con Proa. Precio de la entrada: 8 euros.
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