2023 es el año en el que se cumple el cincuentenario de la muerte del artista español Pablo Picasso (Málaga, 1881), una celebración que ya a finales de 2022 ha visto sucederse y cruzarse más de 50 exposiciones repartidas por toda España, Francia y el resto del mundo. Picasso Celebration 1973-2023 es el título del gran proyecto internacional impulsado conjuntamente por Francia y España para rendir homenaje al maestro andaluz.
Pero ¿quién fue Picasso? Artista polifacético capaz de representar el siglo XX en todas sus facetas más extremas, hombre de excesos y contradicciones.
Carismático, valiente, siempre en búsqueda de la libertad, pero también sumamente intratable, irascible, cruel y a menudo vengativo, sobre todo en en el marco de su relación con las mujeres. De su vida sabemos que nació prácticamente muerto y que fue reanimado por el médico que encendió un cigarro y escupió el humo en su cara: en ese momento el pequeño comenzó a gritarle a la vida.
Sabemos que tenía un nombre largo compuesto por veintitrés palabras, nombre del que luego se deshizo tomando únicamente el apellido de su madre y consagrando así la ruptura definitiva con su padre. Sabemos que fue el pintor de Les Demoiselle D’Avignone sin, quizás, saber que esas cinco figuras femeninas que son emblema de la revolución cubista son cinco prostitutas que posan y se ofrecen en un burdel. Sabemos que respondió «No fui yo, fuiste tú» al embajador nazi alemán Otto Abetz quien, frente a la obra Guernica, exclamó: «¡Es lo mejor que has hecho hasta ahora!».
Lo que no sabemos, o quizás pasamos por alto, es que además de un gran pintor también fue escultor y que durante su larguísima carrera escultórica (más de sesenta años) fomentó un acercamiento único a la historia de arte, fundiendo el cubismo con la abstracción.
La escultura es la producción menos conocida de Picasso, pero las numerosas fotografías de los estudios y casas por las que pasó documentan su fuerte y constante presencia en su trabajo.
Y la escultura es la protagonista de la exposición Picasso escultor. Materia y cuerpo que se inauguró el pasado 29 de septiembre en el Museo Guggenheim de Bilbao, en colaboración con el Museo Picasso de Málaga. Más de 50 esculturas realizadas entre 1909 y 1962 que ponen de relieve la pluralidad de estilos que utilizó el artista malagueño para representar el cuerpo en total libertad y rompiendo, como es habitual, las reglas.
Abriéndonos el paso a la materia y al cuerpo, protagonista indiscutible de esta magistral y exuberante exposición, se encuentra La dama oferente, realizada en 1933 en yeso y presentada en 1937 en hormigón en el Pabellón de España de la Exposición Internacional de París, donde, entre otras cosas, también se exhibía Guernica. La gran escultura abruma literalmente al espectador, una figura femenina imponente y envolvente que recuerda a las diosas de la fertilidad en la antigüedad. Situada al principio del recorrido, La dama oferente es sinuosa y, con un guiño, se entrega al espectador con toda su fuerza, pareciendo echarle una mano para guiarle en este extraordinario viaje ideado por la comisaria Carmen Giménez con el apoyo de Lucía Agirre.
En esta exposición, pero en general en la escultura de Picasso, el homenaje a la figura femenina tiene un lugar farragoso, y si bien la exposición no es una clara declaración de amor por la suavidad y angulosidad de los cuerpos femeninos, lo cierto es que al caminar a través de las salas del primer piso del Museo Guggenheim, muchas de las mujeres de su vida llaman la atención.
Caminando por las salas del museo diseñado a finales del siglo XX (con fecha de inauguración en 1997), nos topamos con las etapas fundamentales de la vida de Picasso y así, sin ir demasiado lejos, a continuación descubrimos que en 1909, en pleno cubismo, el artista modeló la cabeza de su compañera Fernande Olivier, transformando sus rasgos en facetas geométricas distorsionadas, intentando obtener de la escultura lo que había experimentado con la pintura. Esta necesidad de trascender las dos dimensiones lleva a Picasso a experimentar con materiales y técnicas industriales para construir lo que su galerista define como «dibujos en el espacio».
En 1930, Picasso compró una casa normanda del siglo XVIII y transformó uno de los establos en su estudio. A partir de aquí, empezó a desarrollar trabajos escultóricos colocados en grandes espacios. En estos años la protagonista de sus esculturas fue la modelo Marie-Thérèse Walter de quien encontramos tres bustos, en el interior de la sala 207 del Guggenheim de Bilbao. Marie-Thérèse está representada con una nariz de gran tamaño y un ojo esférico colocado sobre un cuello pequeño y huesudo.
Durante el período en que Alemania ocupó Francia, Picasso no se calmó y siguió produciendo de forma muy prolífica, pese a la escasez de material y la amenaza de la Gestapo que había hecho destruir algunas de sus obras porque eran consideradas «Arte degenerado». Al cabo de unos años, en 1941, realizó el monumental busto de Dora Maar, Cabeza de Mujer, obra con claras referencias a la antigüedad.
En 1956 realizó la obra escultórica más monumental de su vida, Los bañistas, y lo hizo investigando y ensamblando objetos, entre ellos palos de escoba, marcos viejos, muebles y otros elementos que encontró en chatarrerías o vertederos. Hay mucho del Picasso cubista en esta composición de seis obras, cada una con su propia personalidad. Las seis siluetas tienen cada una su autonomía, pero están unidas por un código pseudo-náutico que las vincula a través del movimiento de los brazos.
La exposición Picasso escultor. Materia y cuerpo finaliza con Cabeza de Mujer de 1962, un retrato matérico de Jacqueline Roque representada con ojos salientes, nariz aguileña y cabello oscuro teñido de plata. Con esta pintura tridimensional, Picasso cierra el ciclo que inició buscando en la escultura lo que la pintura no le podía dar. Aquí las disciplinas se cruzan y dialogan entre sí en una danza perfecta entre materia y cuerpo.
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