La artista Soledad Sevilla (Valencia, 1944) inaugura la nueva temporada artística del Museo Reina Sofía con la exposición antológica Ritmos, tramas, variables, abierta desde este miércoles 25 de septiembre hasta el 10 de marzo de 2025. La muestra reúne más de un centenar de obras, repartidas en diez salas, ofreciendo un recorrido cronológico y circular por su trayectoria artística, desde sus inicios en los años 60 hasta sus producciones más recientes.
Sevilla afirma que ha pintado el mismo cuadro durante toda su vida, lo que conecta su trabajo de los años 60 con sus últimas series, como Horizontes blancos o Esperando a Sempere, dedicada a su amigo y referente Eusebio Sempere.
Comisariada por Isabel Tejeda, catedrática y crítica de arte, la retrospectiva abarca todas las etapas de la carrera de Sevilla. Comienza con sus primeros trabajos en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid, donde, a finales de los años 60, exploró la abstracción geométrica. A lo largo de su carrera, Sevilla ha desarrollado un estilo marcado por la pureza de la línea, el uso del color y las formas geométricas, elementos constantes en su obra.
Uno de los momentos clave en su carrera fue su estancia en Boston entre 1980 y 1982, donde creó series como Keiko, Stella y Belmont. Estas obras, caracterizadas por el uso de líneas finas y ligeras, anticiparon la vibración visual que definiría gran parte de su trabajo posterior. A su regreso a España, Sevilla exploró dos iconos de la cultura española: Las Meninas de Velázquez y la arquitectura andaluza de La Alhambra, temas que abordó desde su enfoque abstracto.
Durante los años 90, su obra experimenta una transformación, introduciendo elementos de la naturaleza y el paisaje en sus composiciones, como se observa en piezas como En ruinas II y Díptico de Valencia. Esta etapa se caracteriza por una mayor densidad de pinceladas que forman tramas visuales, muchas veces inspiradas en la vegetación y las arquitecturas agrícolas de la Vega granadina.
La exposición en el Reina Sofía también documenta su evolución hacia las instalaciones a partir de 1980, con obras como Vélez Blanco, una intervención en el castillo almeriense realizada para la Expo ’92, y El tiempo vuela, una vanitas exhibida en 1998. Una de las novedades de esta muestra es la instalación Donde estaba la línea, creada específicamente para el espacio del museo madrileño, en la que la artista interviene el espacio con hilo de algodón, expandiendo su obra hacia lo espacial.
La exposición, que celebra el reconocimiento a Soledad Sevilla con el Premio Velázquez en 2020, destaca la coherencia de su lenguaje artístico, basado en la línea, la trama y la luz, elementos presentes a lo largo de su prolífica carrera.
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