Donald Judd (1928–1994), figura clave en la historia del arte estadounidense del siglo XX, es reconocido como uno de los escultores más influyentes de su tiempo y un referente del minimalismo norteamericano. Sin embargo, su producción abarcó mucho más allá de la escultura. Fue también un prolífico dibujante y grabador, además de diseñar casi un centenar de muebles para uso cotidiano.
A finales de noviembre, la Galería Elvira González de Madrid inaugurará su sexta exposición individual dedicada a Judd. La muestra incluirá una cuidada selección de dibujos, grabados y muebles, áreas menos conocidas pero igualmente esenciales dentro de su práctica artística, que Judd consideraba independientes de sus esculturas, o «objetos específicos», como él los denominaba.
A inicios de la década de 1970, el interés de Judd por la arquitectura y la interacción con los espacios lo llevó a diseñar mobiliario para su uso personal. Esta vertiente de su producción surgió en respuesta a lo que él percibía como una carencia en el mercado de muebles de calidad y asequibles, capaces de satisfacer necesidades básicas.
En sus diseños de muebles, Judd aplicó el mismo rigor formal y las investigaciones sobre forma y escala que definían sus obras artísticas. Los resultados son piezas simples y depuradas, que reflejan un pensamiento racional y personal sobre el espacio.
Muchas de estas piezas –en su mayoría sillas, mesas y taburetes– se caracterizan por su funcionalidad despojada de adornos, con ángulos rectos como elemento predominante, y suelen utilizar colores rojo y negro. En cuanto a los materiales, Judd empleaba frecuentemente pino sin tratar o contrachapado de abedul cortado en aserraderos, aunque también incorporaba aluminio y cobre en algunas obras.
Conocido también por su labor teórica, Judd abordó su visión sobre arquitectura y diseño de mobiliario en el escrito It’s Hard to Find a Good Lamp (Es difícil dar con una buena lámpara, 1993), donde reflexionó sobre las diferencias entre su trabajo como diseñador y como artista. Al respecto, afirmaba: «La configuración y escala del arte no pueden transponerse a los muebles o a la arquitectura. La intención del arte es diferente de la de estos últimos, que deben ser funcionales. Si parece solo arte, es ridículo».
Sus muebles, que aún se producen hoy en día, han consolidado su legado en el ámbito del diseño contemporáneo.
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