Exposiciones

Luis López Lejardi: encuentros formales de la realidad que nos rodea.

En las últimas tres décadas, Luis López Lejardi ha estado haciendo esculturas e instalaciones en un territorio desgastado por una postindustralización no aceptada. La inauguración de Formas vehiculares en la sede original de la Galería Juan Silió (Santander) fue recibida con intriga por el nuevo trabajo del escultor que llevaba varios años sin exponer en la ciudad y se recibió como una de las producciones más contemporáneas que se han podido ver en Santander en los últimos meses. La Galería Juan Silió recupera un artista histórico –como menciona el titular de Guillermo Balbona en El Diario Montañés–. En este y otros textos se hace alusión a López Lejardi como un artista «intermitente», pero prefiero apuntar a su perseverancia y compromiso con la investigación a través de la forma y con su propia producción artística en un contexto hostil a la escultura contemporánea.

Conocí a Luis hace casi ya dos años en el estudio que la artista Mina K comparte con Quique Ortiz, Oscar Lanza y Guillermo de Foucault –ahora afincado en Lisboa–. Mina K es Marina Alonso, una artista multidisciplinar prolífica y versátil que pinta, borda, tatúa, y codirige la revista MULE junto con Santiago Mazarrasa. Hasta 2022 coordinó la programación de exposiciones de Inder-Espacio, una iniciativa no comercial dedicada a la visibilización de artistas amateur y profesionales de Cantabria. Desde las posibilidades que esta plataforma ofrecía, Mina invitó a Luis a mostrar sus trabajos más recientes en 2018 y de nuevo a finales de 2021. Desde estas colaboraciones forjaron una relación cercana de aprendizaje mutuo y admiración demostrada por el intercambio de sus obras cada vez que tienen oportunidad. «Marina me ha salvado la vida ya dos veces», afirma Luis agradecido.

Luis López Lejardi, ‘Agua’, 2023. Tubo de cobre y plástico, 106x159x2 cm. Cortesía del artista.

Esta vez repetimos el encuentro y es Luis quien nos invita a su estudio junto con Mina K y el también artista Néstor del Barrio. Hablamos sobre su nueva exposición, y también sobre la historia del arte contemporáneo en Cantabria, a través de sus recuerdos y experiencias. De su librería saca catálogos maravillosos con diseño gráfico de final de siglo y páginas amarilleadas por el tiempo. En Sculptor 27, un catálogo en formato de muestrario, se recoge el trabajo de los escultores cántabros en los años 80. «Éramos 27 escultores en ese catálogo, ¿y ahora? ¡Quedamos tres!». Luis se lamenta y menciona los que aún continúan su práctica activamente: «José Cobo, Juan López, Emilia Trueba y Manuel Minch». 

Siempre atento, sigue al trabajo de artistas de diferentes generaciones, de los más jóvenes a los más veteranos aunque ya no vivan en Cantabria. En su memoria tiene una obra de Manuel Minch, artista cántabro afincado en Valencia y también fundador de Internet Moon Gallery. La escultura Glovo (2021) se trata de un bloque de acero oxidado de iguales dimensiones que las mochilas corporativas en forma de cubo que utilizan los repartidores de Glovo. El cubo metálico posado sobre una de estas mochilas completamente desplegada sobre el suelo. El juego de materiales, brillos y textura áspera, el plástico frente a la rugosidad del hierro oxidado… «muy tú ¿eh Luis?», le interpela Mina K. Bromeando comentamos la exposición Cargo en la sede madrileña de la Galería Juan Silió (junio de 2021) y las relaciones evidentes con el trabajo de Luis: materiales puros y directos son presentados en conexión con la idea de mercancía, transporte y movilidad. 

Manuel Minch, ‘Glovo’, 2021. Acero y mochila, 38x180x120 cm. Cortesía del artista.

Este encuentro de intereses entre artistas de diferentes generaciones va más allá de ideas o formalismos, también sobre cómo navegar una carrera artística dentro de las posibilidades de una ciudad como Santander. La capital cántabra de casi 173.000 habitantes se encuentra en su momento más prometedor culturalmente hablando, pero también arrastra diversas frustraciones y un duelo por la candidatura fallida de Santander Capital Europea de la Cultura de 2016. En la actualidad se proyecta un nuevo horizonte que se materializará a través de tres nuevas instituciones culturales en los próximos 3 años: la sede del Museo Nacional Reina Sofía gracias al Archivo Lafuente, el Espacio Pereda de la Fundación Banco Santander y el ansiado Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (ojalá también se pudiera nombrar entre ellos al Museo de Bellas Artes de Santander, pero ni se le espera).

Luis es escéptico por cómo ha sido su relación con algunas instituciones locales a lo largo de los años: «En estas exposiciones (refiriéndose a Puente de la visión 3 y Una mirada parcial, en los años 90) los artistas pedimos dinero para materiales y se nos negó porque ‘ya se producía un catálogo’. Y esas obras se quedaron en la colección del Museo de Bellas Artes y la Fundación Caja Cantabria por la cara. Como no se va a quemar el museo…». Una realidad vergonzosa a lo que Mina K responde «justicia poética y no poética». Las malas prácticas se confunden entre tratos familiares pero la realidad es que desarrollar una carrera artística de cuarenta años exige perseverancia y muchas conversaciones con desconocidos de la cultura contemporánea: «El concejal de turno daba el proyecto a dedo alegando que ‘ese otro sí tiene título de artista».

Luis López Lejardi, ‘Aire’, 2022. Caucho, cartón y botellas de plástico, 72x176x10 cm. Cortesía del artista.

La carrera de Luis como escultor no llegó tras su paso por academia o unos estudios reglados, y recuerda que «recibir la revista Flash Art fue mi Grado en Bellas Artes». En su juventud ya había comenzado a ganar algo de dinero haciendo retratos a partir de fotos, pero todo cambió cuando viajó a Alemania en 1987 donde visitó la documenta 8 (Kassel) y también la ciudad de Münster. Definida en el propio archivo de la documenta como una edición «de nuevo aferrada obstinadamente al principio de la responsabilidad sociopolítica del arte», dando gran importancia a la interrelación con la arquitectura, el diseño y el arte desde una perspectiva formal en la que destacaban la escultura y el videoarte. A Luís le impactó las grandes esculturas e instalaciones de Richard Serra, Barbara Kruger, Richard Baquié, Alfredo Jaar, entre otros. En Münster, diez años después de que Kasper König comenzara el Skulptur Projekte en 1977, participaron artistas como Sol Lewitt, Carl Andre, Franz West, Jenny Holzer, Daniel Buren o Keith Haring.

Volvió a Cantabria impactado por esas grandes instalaciones cargadas de denuncia y fue entonces donde comenzó la carrera escultórica de López Lejardi: «Cuando volví empecé a apilar latas de aceite industriales de manera minimalista». Centrado en la repetición de elementos sencillos tomaba lo que podía encontrando objetos, restos, sobrantes y deshechos de las industrias cercanas a Maliaño, donde todavía sigue asentado. Como bromeaba con Néstor, Luis no frecuenta tiendas de bellas artes, más bien como escribe Lidia Gil en el texto de la exposición: «visitador asiduo como es de desguaces, chatarrerías, tiendas low cost y de segunda mano».

Luis López Lejardi, ‘Sin título’, 2022. Cristal, aluminio, botella, cartón y señal, 115x315x8 cm. Cortesía del artista.

Otro momento de inflexión en su trabajo ocurre en 1989, se inaugura el paso elevado que unía el Alto y el Bajo Maliaño separado por la recién estrenada autovía S-10 donde también convergen las vías del tren Feve y Renfe (otro tema los trenes cántabros). La ventana del estudio de Luis por aquel entonces estaba justo frente al rodar continúo de los coches que todavía pasan por ese puente de Maliaño. «Desde entonces llevo denunciando el coche como causante del cambio climático». El coche se hace presente permanente en sus esculturas e instalaciones ya sea a través de partes de la carrocería, las lunas, las matrículas o el caucho de las ruedas. Luis identifica sus obras nombrando el origen de los componentes: lunas de un modelo de coche de ranchera inglesa, de un escarabajo o un Renault R5, rejillas galvanizadas de Parillas Pacheco, formas copiadas de las reglas de un arquitecto y una modista, pala estática de un antiguo ebanista de Maliaño, señales de tráfico de Loredo… Y otros materiales de ferretería que incluye como cobre, caucho o deshechos de metacrilato unidos con sargentos.

Néstor habla de su fascinación por el uso del sargento o presillas que hace Luis, por ejemplo, en la instalación de pared Bolsillo (1991): «Las obras con vidrio y lunas de coche me encantan porque da tensión mirarlas. Una escultura frágil, en equilibrio, que está a medio giro de tuerca para que parta, para forzar demasiado». Para el pintor de 28 años los materiales encontrados, los restos de dispositivos tecnológicos, mobiliario o desechos industriales de chapas y chips también componen investigación artística. Luis y Néstor comentan y halagan mutuamente sus exposiciones en el espacio de la calle Sol de Juan Silió (Néstor en febrero de 2022) pero sobre todo hablan de la actitud por recuperar, conservar, reutilizar y cuestionar esos recursos que se encuentran rebuscando fuera de las artes plásticas.

Luis López Lejardi: Bolsillo, 1991. Cristal y prensillas, 90x90x40 cm. Cortesía del artista.

Aun así, los restos que un día llegaron a ser escultura, en algún momento volvieron a ser restos. Cuando las obras se acumulan y Luis necesita más espacio en el estudio para nuevas ideas se deshace de ellas. Es la perfecta síntesis de un ensamblaje que funciona al encaje, pero que en la división vuelve al basurero, chatarrería, desguace del que llegó: «La abstracción en las artes plásticas se basa asimismo en la idea de que la interrelación entre sus partes de una obra de arte es más importante que su identidad simbólica individual», escribía Peter Halley en su artículo ‘Abstracción y cultura’ publicado en la Revista Celeste en 1991. Y me planteo si aquellas interrelaciones podrían ser reproducibles a posteriori; los materiales industriales, piezas de modelos de coches podrían ensamblarse de nuevo para crear las obras producidas durante los años 80 y 90. Esa sería la única manera de realizar una retrospectiva de Luis López Lejardi, y sin apenas documentación gráfica, tendríamos que volcar sus recuerdos directamente. Pero de momento esa pregunta no le interesa, él quiere hacer cosas nuevas: «Mientras estoy haciendo una escultura ¡ya tengo ideas para hacer dos más!».

Emocionado continúa mostrándonos su vida a través de catálogos de artistas que admira y nos muestra el precioso catálogo PISTOLAS, CUCHILLOS, CRUCES de Andy Warhol en la Galería Fernando Vijande de Madrid en 1982. Warhol es una figura que estudia, sigue y analiza desde su juventud. Su interés y conocimiento sobre el creador de The Factory transciende a la formalización minimalista de sus ensamblajes que también se incluyen guiños pop.

Entre su librería se encuentra una pequeña maqueta de la reconocible Caja de Brillo de Andy Warhol, justo frente a dos instalaciones de pared que incluyen los logos de Apple y Nike. En otra pared, una señal de tráfico modificada con un vinilo con el texto there is no planet b, el slogan de Ecoalf. Los símbolos de marcas y grandes corporaciones despuntan con color en sus piezas más gráficas. De nuevo se aprecia la idea de commodity o productos básicos, aquellos materiales tangibles con los que se puede comerciar, comprar o vender. Sin nombrarlo, el puerto industrial y los medios de transporte forzados sobre las orillas de la Bahía de Santander están presentes en toda la exposición. La visibilización de las comunicaciones y los flujos de mercancía es un gesto exportable a otros territorios, es un comentario social a la ordenación vital basado en el coche, en el flujo incansable. Con materiales de fontanería como cobre y manguera, sargentos creando una Banda de Moebius sobre espejos, máscaras de gas de una antigua fábrica que cerró en el Polígono de la Cerrada de Maliaño, con apenas dos o tres elementos involucrados, las obras de Luis López Lejardi no son majestuosas, sino terrenales. Son encuentros formales de la realidad que nos rodea, sobre la que Luis consigue generar ensamblajes ingeniosos de equilibrio etéreo.

Luis López Lejardi, ‘Pala cruda’, 2022. Madera, aluminio y prensilla, 90x90x65 cm. Cortesía del artista.
Luis López Lejardi, ‘Paloma negra y cuña azul’, 2022. Plexiglás y prensillas, 66x160x35 cm. Cortesía del artista.
Laura Olea López

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