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El Museu Tàpies presenta la exposición Mis caminos son terrestres de la artista catalana nacionalizada mexicana Marta Palau i Bosch (Lleida, 1934 – Ciudad de México, 2022), la primera gran muestra internacional dedicada a su obra tras su fallecimiento y la primera realizada en Barcelona. La exposición, que estará disponible desde el 27 de febrero hasta el 17 de agosto, es una coproducción con el Museo Universitario Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde viajará en otoño para ser exhibida.

Comisariada por Imma Prieto, la muestra reúne un corpus de obra que abarca temas fundamentales en la producción de la artista como la migración, el cuerpo, la memoria y la tierra, a través de dibujos, pinturas, retratos, esculturas e instalaciones textiles, que dialogan con objetos y materiales inéditos de su archivo personal.

Las creaciones multidisciplinares y polimatéricas de Palau nos invitan, desde lenguajes diversos, a pensar la tierra, la geografía y el cuerpo. Trenzan un nutrido y poroso diálogo entre técnicas artísticas y tradiciones ancestrales que dan como resultado un mundo que, desde lo autobiográfico, fusiona el arte con la magia. «¿Cómo relacionarse con la naturaleza y encarnar lo que no es visible? ¿Qué rastro hay en la tierra de nuestras acciones? ¿Y en el cuerpo?» son algunas de las preguntas que se hace la comisaria de la exposición en su texto curatorial, las cuales acompañan, como ecos, el recorrido.

Uno de los hilos conductores de la producción creativa de Palau es la experiencia del exilio. Fue hija de padres exiliados durante el franquismo, junto a quienes comenzó a vivir en México desde 1940. Esta vivencia llevó a la artista a orbitar la idea de nomadismo y acercarse a las cosmologías indígenas, las cuales canaliza en sus obras. Además, la condición de migrante tiene un doble sentido en su trabajo, primero, por su propio tránsito y segundo, por su lugar de residencia en Tijuana, frontera entre México y EE.UU, un territorio cargado por la intensidad y la violencia a causa de las políticas fronterizas norteamericanas.

En Mis caminos son terrestres, se articula una red de cuerpos/obras construidos en torno a dos ejes principales que dialogan desde sus opuestos: por un lado, la noción de tierra asociada tanto al exilio como a la acogida, concebida como herida y también como cicatriz; por otro lado, la noción de cuerpo, que simboliza el sufrimiento del migrante y la pérdida, pero al mismo tiempo encarna la capacidad de sanación y la regeneración de la vida.

Inspirada en el pensamiento mágico, la obra de Palau invoca un tipo de arte que nos conecta y nos restituye a lo humano, a nuestra propia naturaleza espiritual. Es una innovadora en el arte ecológico, puesto que nos enseña que se puede hacer arte con cosas tan sencillas, cosas que están ahí, que nos entrega la naturaleza. A lo largo de sus años utilizó materiales como ramas, maíz, seda, algodón, adobe y hojas secas, otorgándoles a sus obras una sensibilidad bioorgánica, delicada, pero poderosa. La dimensión material de su obra está en plena consonancia con su dimensión simbólica. A través de la representación del ojo, la mano, el pie y la vagina genera un imaginario cosmológico del cual se desprenden narrativas que se mantienen sumamente vigentes e incluso representan conflictos presentes en nuestra contemporaneidad.

Prieto destacó que la exposición no podría haber sido realizada sin la ayuda y generosidad de la familia de la artista, quienes acompañaron todo el proceso de investigación y le permitieron adentrarse en su archivo y en su colección, donde se encontraban casi todas las obras, objetos, libretas y documentos en exhibición.

El proyecto de investigación se complementa con una publicación que analiza la obra de la artista y su contexto social y político, con textos de Imma Prieto, Amanda de la Garza, Maria Josep Balsach, Cuauhtémoc Medina, Natalia de la Rosa y María Dolores Jiménez Blanco. Además, incluye una amplia y diversa propuesta de programas públicos y educativos, que abarca ciclos de cine, seminarios, sesiones performativas, jornadas familiares, visitas para todas las edades y etapas educativas, y formación para docentes, entre otros.

Mis caminos son terrestres se ha convertido en la restitución enunciativa de la memoria histórica de una artista cuyo nombre no es pronunciado en los discursos hegemónicos, de una artista que vuelve, para ser vista en su tierra.