Dentro del marco de la recién inaugurada 20a edición de Documenta Madrid —Festival Internacional de Cine impulsado por el Ayuntamiento de Madrid que se celebra del 3 al 7 de mayo de 2023— el Museo Reina Sofía dedica la primera retrospectiva internacional a la directora Narimane Mari (Argelia, 1969). La autora argelina es una de las creadoras que más atención ha recibido en los últimos años por parte de las instituciones y los festivales internacionales de prestigio, como atestigua su presencia en citas como Locarno, TIFF, NYFF, Viennale, Mar del Plata o FID Marsella, y la presentación de su trabajo en museos o eventos como el MoMA de Nueva York, el Centre Pompidou de París o la documenta14.
Bajo el título Mejor ser que obedecer: el cine de Narimane Mari, se podrá ver la muestra hasta el 13 de mayo. Está compuesta por las cinco películas que ha realizado hasta el momento: El fuerte de los locos, Alubias Rojas, Tuvimos el día, buenas noches, Holy Days y Si alguna vez, lo que supone el estreno internacional de esta su última película. El ciclo contará además con tres sesiones con música en directo y presentaciones y coloquios con la artista. El nombre de la retrospectiva corresponde a un verso de Antonin Artaud que Mari usa como lema en una de sus películas, Alubias rojas, y que describe por igual la aspiración a la libertad formal y a la búsqueda de nuevos estados de conciencia en el conjunto de su obra.
Las películas de N. Mari transitan entre la exploración de las ideologías de poder, como el colonialismo europeo (Le fort des fous o Alubias rojas), y las historias personales, como la pérdida del ser amado (We had the day bonsoir). Por encima de estos temas, Mari se caracteriza por su concepción del cine como un proceso abierto que desborda estereotipos narrativos y abre hacia nuevas formas de conocimiento. Su obra se caracteriza por trascender las fronteras entre documental, cine experimental y ficción, explorar nuestra percepción y, en último término, tratar sobra la capacidad del cine de dar forma a la realidad.
Para ello, Narimane Mari idea una práctica fílmica cercana al teatro alternativo y que persigue exprimir las capacidades del cine para crear sentido. La narración es siempre elíptica, los protagonistas son no-actores que participan en una exploración carente de guion y la cámara se mueve libremente, al margen de jerarquías y repeticiones. La música y los paisajes sonoros cobran una dimensión central en este dispositivo. Por un lado, contribuyen a crear estados de trance e hipnosis, por otro introducen emociones que conectan con aspectos invisibles de la narración.
Mari pertenece a una estirpe singular de artistas que se esfuerza en repensar el cine como un acontecimiento, no como una representación, y por tanto creen en la capacidad de este medio para reconectar nuestra experiencia con las imágenes. En resumen, en las propias palabras de la artista: «solo he tenido un deseo, descansar del tipo de cine cuyas reglas impiden los descubrimientos. Pero también continuar con mi trabajo sobre los lenguajes yendo aún más allá para encontrar narrativas posibles a través de otros medios de percepción.»
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