La fotógrafa Bárbara Allende Gil de Biedma (Madrid, 1957 – Madrid, 2022) quien fue conocida más por su nombre artístico, Ouka Leele, murió el pasado 24 de mayo a los 64 años a causa de cáncer de mama. Su implicación con la Movida madrileña le define como artista ya que la documentaba con un fervor pop muy particular. Su obra fue expuesta en ciudades como París, Londres, Tokio, São Paulo, Tel Aviv, Shanghái, Pekín, Roma, Buenos Aires, Colonia o Nueva York, entre otras. En 2005 le fue concedido el Premio Nacional de Fotografía por el Ministerio de Cultura de España; uno de los honores más altos en el ámbito de la fotografía en nuestro país.
Su obra ha formado parte de prestigiosas colecciones y fondos como los de Colección ARCOmadrid, Fondation Cartier (París), Fundació La Caixa (Barcelona), Centro Atlántico de Arte Moderno (Las Palmas de Gran Canaria), Museu d’Art Contemporani d’Eivissa, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) (Madrid), o la Fundació Suñol (Barcelona).
Sus retratos vibrantes, estilizados y salvajemente coloridos compartían las misiones y los valores de la Movida que buscaba lanzar el país hacia la modernidad tras la muerte del dictador fascista Francisco Franco en 1975. Ayudaba a generar una nueva iconografía pop mezclando elementos clásicos españoles, emblemas castizos inolvidables y otros elementos más transgresores para comentar en el estado contemporáneo del país y sus modificaciones y giros sociopolíticos inmanentes. Dicho esto, para ella, su intención no era de subvertir y sacudir sino de encauzar «la sublimación de lo cotidiano», en sus propias palabras.
Sus contemporáneos de la misma generación eran Javier Mariscal, Ceesepe, Alberto García-Alix y Pedro Almodóvar. De un estilo parecido a sus contemporáneos, celebraba el hedonismo, la transgresión, la cultura contracorriente y punk a través de su obra que a menudo se construía a partir de elementos encontrados y reciclados. Así, su obra sigue generando comentarios sobre la modernización y nuestro mundo postcapitalista y neoliberal. Vivía entre Barcelona, Madrid y Nueva York; contextos icónicos donde llevó a cabo su práctica desobediente y subversiva. Con 22 años, tuvo un cáncer y pasó por quimioterapia que le dejó calva; un fenómeno que integró en su obra. Por eso, abrazaba la ironía, los sucesos de la vida, el vaivén del tiempo y las rarezas sublimes que existen en nuestro alrededor surrealista.
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