Retrato de Rebecca Horn. Fuente: Sean Kelly Gallery
La artista multidisciplinar Rebecca Horn (Michelstadt, 1944 – Hesse, 2024). una de las creadores más influyentes de su generación, falleció el pasado viernes 7 dejando atrás una destacada y versátil carrera. Fue escultora, dibujante, creadora de instalaciones y performances, además de poeta, cineasta y directora de ópera. Su imaginación desbordante no conocía límites. «Debes creer en algo y compartirlo con el mundo. Toda mi vida lo he entregado todo», afirmaba.
Horn comenzó a desarrollar su visión artística en su juventud tras una convalecencia de dos años. Durante este periodo de aislamiento, tras sufrir un grave ataque de neumonía y la pérdida de sus padres, comenzó a escribir y dibujar. En esta etapa creó esculturas y extensiones con madera de balsa y tela; eran sus primeras esculturas corporales, la gran obsesión de su obra. Unicornio (1970), una de sus piezas más icónicas, mostraba a una mujer desnuda, vendada, caminando por un campo con un palo blanco en la cabeza. Temas recurrentes en su obra fueron el cuerpo humano, Eros, la muerte, la violencia y el dolor.
En 1972, Horn se convirtió en la participante más joven de la Documenta de Kassel, y evolucionó hacia la creación de máquinas animadas de arte mágico, en las que objetos como maletas, violines o tubos se movían de manera enigmática.
La artista alemana mantuvo un vínculo profundo y significativo con el mundo artístico español, especialmente con Mallorca y Barcelona. En Mallorca, donde pasaba largas temporadas, Horn tenía una casa y un taller en Pollença, estableciendo una estrecha conexión con jóvenes artistas emergentes. Trabajó con la galería Pelaires en Palma de Mallorca, con cuyo director, Frederic Pinya, estableció una relación que trascendió lo profesional, convirtiéndose en una amistad duradera. En 2009, en el marco del 40º aniversario de la galería, colaboró con Jannis Kounellis en el proyecto Aigüestortes, una colaboración destacada en España.
En Barcelona, Horn dejó una huella imborrable con su obra L’Estel ferit (La estrella herida), un tributo al barrio de la Barceloneta que se ha convertido en un símbolo emblemático de la ciudad. Popularmente conocida como Los Cubos, la escultura fue encargada por la comisaria española Gloria Moure como parte del circuito de esculturas urbanas para los Juegos Olímpicos. Horn quiso capturar la esencia de los emblemáticos chiringuitos de la Barceloneta, un lugar que había conocido durante una prolongada estancia en la ciudad en 1964, cuando tenía veinte años.
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