Aunque para los amantes de las capitales de provincia les cueste aceptarlo, resulta difícil encontrar en nuestro país ciudades pequeñas o intermedias que destaquen por tener una acelerada e intensa oferta cultural. Aun todos los intentos por parte de la institución, persiste la fuga a las grandes ciudades de gente joven con intereses culturales. Pareciera inevitable la losa que pesa en la demografía: casi proporcionalmente y exponencialmente (con varias excepciones), cuanto más grande es un núcleo urbano, más alta es la vertebración de espacios culturales e instituciones dedicadas al arte.
En contra de esta lógica, Castelló de la Plana ha sido la ciudad elegida por un grupo de jóvenes para emplazar su proyecto cultural, con una apuesta firme por el fomento de la producción artística local y su conexión con lo que se mueve en otros contextos más globales. Su discurso parte de la voluntad de dar cabida a iniciativas artísticas desde la autogestión, como un modelo alternativo a los circuitos comerciales propios de las galerías o de las instituciones artísticas de la ciudad. Esta razón de ser se suma a la de tantos otros proyectos que de forma incipiente han ido apareciendo a lo largo de los últimos años en nuestro país.
En este sentido, son muchos los proyectos que nacen como un colectivo de artistas, con inquietudes, perspectivas y visiones varias, que deciden trabajar a partir de la unión de fuerzas para así conseguir la materialización de toda esa efervescencia de ideas que acostumbra a particularizar a los jóvenes creativos. Aún lo idílica que pueda parecer la realización de estas ensoñaciones en forma de espacios culturales, subyace en este fenómeno una realidad un tanto complicada. De alguna forma, la aparición de estos proyectos se convierte en síntoma directo de una situación de desamparo institucional a la cual se ven volcados muchos de los artistas emergentes de nuestro país.
El eventual y poco frecuente apoyo económico que acostumbran a tener estos proyectos, determina su condición a una temporalidad breve en el tiempo. Resulta difícil la consolidación de estos espacios de uso colectivo y, con cada disolución, se pierde cierta potencialidad en el cambio de perspectivas que reside en la mayoría de estos proyectos. Las propuestas de espacios como Pols (Valencia), Cordova (Barcelona), A10 (Barcelona) destacan por su atrevimiento: lejos de la burocracia propia de las instituciones o de las limitaciones formales que suelen estar implícitas en los circuitos comerciales, los artistas son aquí prácticamente libres de crear aquello que consideren. La única condición es sobrevivir a la precariedad.
En esa supervivencia se instaura Cúmul, como una asociación sin ánimo de lucro que agrupa jóvenes (una categoría etaria un tanto móvil en estos tiempos) con una clara voluntad por difundir la cultura en la capital de provincia valenciana. Su contexto es arduo como áridos son los campos de naranjos abandonados que rodean la ciudad: Cúmul supone el único proyecto cultural liderado por artistas jóvenes en toda la provincia. Sus cofundadores lo tienen claro: para ellos este espacio era una necesidad. De ahí su polivalencia, dado queel espacio se divide en una zona de talleres dedicados a la producción artística y otra zona determinada como espacio expositivo.
Desde el cambio de local hace dos meses, Cúmul ha sido sede como espacio y partícipe como colectivo de la convocatoria Comunitat-Inmunitat, desarrollada por Idensitat, con la coordinación de Roser Colomar. Con una duración de cuatro meses, el proyecto se ha estructurado en diversas fases, tanto de investigación como abiertas y colectivas.
A lo largo de este proyecto, se ha llevado a cabo un proceso de investigación a través de bibliografía, imágenes, audiovisuales, textos y vivencias personales en torno a la fiesta, etc, tomando como caso de estudio la fiesta de la Magdalena en Castelló para tratar de encontrar, repensar, problematizar y reivindicar los puntos identitarios propios de esta fiesta, pero también los comunes a otras fiestas populares y colectivas, como son: los procesos de construcción de la fiesta, la épica nacional (la apropiación de elementos locales o paganos por las instituciones vinculadas al poder), el ritual, la ritualización, la institucionalización de la fiesta como herramienta de poder, el vestuario y las posibilidades del simulacro que se desprenden, las ficciones, las mitologías y los afectos.
El pasado 7 de mayo tuvo lugar una jornada participativa, en la que se invitó al público a formar parte de esta investigación artística de la mano de los artistas invitadas Mar Reykjavik y Fran Quiroga. Bajo el título de ‘Vítol: laboratori per a resignificar la festa’, el colectivo pretende repensar la fiesta a partir de la conjunción de diferentes textos, imágenes y vivencias que nos hablen de estos actos comunitarios y de su poder inmunitario. A partir de la lectura colectiva de los escritos del filósofo italiano Roberto Espósito, se pone el foco en las fiestas populares y en las tensiones que existen entre la tendencia a la globalización y la cultura vinculada al territorio que remanece en las fiestas populares. Entendiendo que estas expresiones festivas colectivas pueden ser tanto espacios democráticos, compartidos y comunes como exclusivos, opresivos e institucionalizados.
El próximo 14 de julio se presentará en el Museu de Belles Arts de Castelló el resultado final de esta investigación en forma de instalación artística.
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