Jefa redactora de exibart.es, Gabriel Virgilio Luciani, se aproxima a dos proyectos que se han inaugurado en los últimos meses en la capital catalana: The Over llevado por Sara Catalán y The Curators Room a cargo de Gabriel Rolt. Los dos proyectos tienen varios nexos comunes —a parte de sus nombres en inglés— que señalan a nuevas tendencias galerísticas que están llegando a Catalunya. Se tratan de proyectos mutantes y migrantes que se han visto manifestados en diversas formas, hasta sus biografías convergen: Catalán es media catalana-media italiana mientras Rolt es medio catalán-medio holandés. Los dos hablan un catalán que es un popurrí de dicciones, estructuras y palabras procedentes del inglés, italiano, holandés y castellano. Son híbridos y tal y como suele dictar la genealogía, sus proyectos hijos siguen en sus pasos.
Más allá de sus biografías, ambos han desobedecido las fórmulas ortodoxas de trabajar el galerismo mediante perspectivas experimentales e incluso ‘anti’. Tanto Catalán de The Over y como Rolt de The Curators Room conocen muy bien el sector. Rolt empezó su primera galería en Amsterdam a los 27 años. A los 28, Catalán ya se había instalado en Nueva York aproximándose a la oferta cultural audaz y abrumadora de la gran metrópolis. Son plenamente conscientes de las facetas positivas, destructivas y paradójicas del mundo del arte y desde sus plataformas respectivas —y desde la ciudad de Barcelona como plataforma urbana— realizan gestos que buscan fomentar un cambio de estructura muy necesario en nuestro sector.
Sus propuestas e ideologías casi parecen cogidas por los pelos. Son frágiles. No en el sentido pragmático ni estructural, sino en el sentido de ser descaradamente abiertas al fracaso, al derrote y a la regenesis. Tampoco implica que sus propuestas sean precipitadas, apuradas y precozmente pensadas. En absoluto. Pero de nuevo, sus ideas parecen ser respetuosas de las grietas e ironías y muy abiertas a revisiones e intervenciones corales y participativas para promover su crecimiento. Son proyectos conscientes de sí mismos. Sus impulsores son personas que ya han realizado un estudio de campo de qué ya funciona, de qué ya no funciona y de qué queda por funcionar en el mundo del arte y las entidades galerísticas que forman una parte íntegra a su subsistencia.
En 2014, Catalán parió un ser mutante y líquido cuyo nombre en inglés significa ‘por encima’ o ‘finalizado’. Sus intenciones se decantan más por el primer significado ya que la fundadora quiso evocar el acto de crear puentes. Facilitar un camino ‘por encima’ de un obstáculo que engendra uniones nuevas. Ella trabaja creando puentes entre culturas, cuerpos, contextos, clases, estéticas y temáticas. Incide en el cánon galerístico-hegemónico. Se aparta del foco. Se descentraliza. Deja que sus invitades se expresen. No habla en el nombre de nadie. Este desplazamiento generoso acaba articulando métodos frescos que emplea regularmente en las exposiciones de las cuales forma parte.
Como comisaria del hotel botique Pol & Grace, ubicado en el barrio de Galvany-Sant Gervasi en Barcelona, Catalán ideó una iniciativa única que consiste en la invitación de une artista (con una mirada siempre en las periferias y las voces no occidentales) quien ocupa una de las habitaciones del mismo hotel y realiza una residencia de uno a tres meses. Durante ese tiempo, le artista tiene carta blanca para programar charlas, performances, visitas guiadas, visitas al estudio, talleres y concluir con una exposición en el hotel.
Durante nuestra conversación, ella repite varias veces el verbo ‘transformar’. Transformar el espacio, la mirada, el conocimiento. Es su objetivo con cada una de sus proyectos. Volviendo al año 2014. El proyecto se fundó en Brooklyn, Nueva York y tomó la forma de detonante curatorial que funcionaba mediante la colaboración con otros colectivos. Afirma que durante esos años en Nueva York aprendió todo lo que ahora sabe y se deshizo de los lazos eurocentristas que restringían su educación en Barcelona. Su experiencia eléctrica vigorizó su mentalidad y visión que cada vez más se amplían y se abren a nuevos horizontes cuyo aprendizaje se ve plasmado en sus criterios y objetivos.
En cuanto a las residencias, ha invitado a varies agentes culturales a la talla de Sa’dia Rehman (Nueva York), Natalia Mali (Dagestan, Cáucaso Norte), Emeka Okereke (Aba, Nigeria, 1980), Reem Alfahad (Kuwait), Amina Zoubir (Argelia, 1983) y más. Son artistas con raíces no occidentales, algunes LGBTQAI+, que combaten nociones y sistemas eurocentristas y racistas mediante su obra.
Es importante destacar el impacto estratégico que pueden tener sus intervenciones confrontacionales y poéticas en un contexto como un hotel comercial en un barrio altamente afluente como en el caso de Pol & Grace. Son justamente los roces y fricciones que Catalán quiere facilitar no de manera bélica ni agresiva. Al contrario. Sabe muy bien que son los gestos sutiles y generosos que pueden provocar el cambio y conocimiento sostenible sin insistir.
Ahora, The Over cuenta con su primer espacio permanente en Carrer de Sant Pere Màrtir, 3. Sin embargo, su carácter colaborativo no se ha perdido pese a este nuevo formato. El local se compone de un espacio expositivo y un teatro llevado por Guya Colorio que ofrece clases y espectáculos. Hasta en este aspecto Catalán busca generar convergencias puesto que intenta incorporar elementos teatrales en las exposiciones y se abre a que aspectos artísticos dialoguen con el teatro.
Hasta el 11 de mayo de 2022, se puede ver Bestes en pastura de Nathalie Rey (Saint Germain en Laye, Francia, 1976) que se indaga en la censura del cuerpo y de la información de manera, efectivamente, teatral con el uso de máscaras perturbadoras e instalaciones kitsch.
Pueden encontrar más información en torno a la plataforma aquí.
La retrospectiva del artista sonoro y músico Robert Wyatt —manifestado en disco— se llama Different Every Time (‘Diferente cada vez’, 2014) y conecta con la filosofía del fundador de The Curators Room, Gabriel Rolt. Su programación ha sido promiscuamente tejida y salvaje en su abordaje. La energía de Rolt es la de un relámpago gentil: feroz pero preciso y jovial. Se detecta inmediatamente su interés en llevar proyectos apabullantes y punkies a su ciudad natal para celebrar la esencia de la ciutat comtal y su apuesta inquebrantable por lo contracorriente y lo honesto.
Durante 15 años ha ejercido de galerista en la capital holandesa. Galerie Gabriel Rolt le llevó a dudar sobre las estructuras comerciales tradicionales que generación tras generación suele imitar y, por lo tanto, perpetuar múltiples sistemas anticuados. El curador viene de la primera generación de anticuarios catalanes. Además, su padre fue el fundador de la amsterdamesa Galerie de la Tour. Por lo tanto, entiende el objeto cultural como algo sagrado pero también como algo que celebrar. Durante nuestra conversación, hace referencia a la antigua burguesía artística catalana que iba cada viernes a comer y beber y tertuliar sobre las humanidades.
Su abuelo era uno de esos personajes que confabulaba con los filósofos, pintores y poetas del siglo XX, disolviendo las fronteras entre negocio y ocio. Es curioso que Rolt busque sacudir el mundo del arte catalán encauzando su pasado. Es, quizá, otra regenesis no vista a través de una lente nostálgica sino fusionante: parece que busca realizar una especie de collage apedazado por elementos y nociones cogidos de un lugar y luego ideologías y estándares de otro. Asimismo, como un imán chamánico, Carrer de Trafalgar, 45 parece atraer a personajes idiosincráticos: empezando por Bombon Projects, que entre 2017 y 2021 imbuía el espacio con intervenciones excéntricas y poéticas, y pasando por Pas une orange de la mano de Aurélien Le Genissel quien, entre mayo 2021 y febrero 2022, trajo proyectos inauditos a nuestra ciudad. Ahora, hace tan solo tres semanas Rolt es el portador de las llaves.
Con orgullo, continúa el legado marcado por sus predecesores. Pero esta vez, parecido a Catalán, se desplaza. No es el comisario central del proyecto. Ha abierto la plataforma polifónicamente a más voces curatoriales; un paso indicativo de su apuesta por el cambio de paradigma. Por eso, ‘Curators’ en plural. Cabe destacar, que no lleva el nombre del comisario como su galería que cerró sus puertas en 2017. Quiere mantener un pie en Barcelona y otro en Amsterdam por este motivo (paralelamente, The Curators Room opera mediante varias plataformas en la ciudad holandesa). Deja que el proyecto quede en manos nuevas. Colabora con la curadora Andrea Rodriguez Novoa, co-fundadora del prestigioso programa curatorial Bar Project y jefa del Professional Program de Barcelona Gallery Weekend; una aliada muy conveniente que ayudó con el fichaje de la asistente del proyecto, Manuela Pereira.
Los colaboradores variados incluyen Lisette Ros (Amsterdam, 1991), Bas Geerts (Leiden, Holanda, 1971), Saša Bogojev (Croacia), Sara van Bussel (Holanda), Paul du Bois-Reymond (Berlín, 1974) y Albert Palau (Barcelona, 1959). Junto a Bombon Projects, Dilalica, Haimney y Senda, The Curators Room – La Oficina Barcelona llenará la calle Trafalgar con aire fresco mezclando lo local con lo internacional. Destaca la participación de Nik Christensen (Bromley, Reino Unido, 1973). Se trata de la primera exposición tras el detonante inaugural que fue la performance delicada de Lisette Ros.
Los paisajes pseudo-fotográficos de Christensen son trampantojos oníricos y casi fantasmagóricos: son pinturas amalgamas de lo digital y lo analógico, pero a la vez no son ninguno de los dos. Parecido a los objetivos de Rolt de fusionar el pasado con el presente para generar un futuro, el autor británico hábilmente construye retratos sensoriales que oscilan entre épicos e íntimos.
Para consultar el texto de Saša Bogojev escrito para la ocasión, pueden hacer clic aquí.
Los próximos proyectos que se podrán ver en el espacio a lo largo de 2022 serán de Andrew Pierre Hart (Londres) en julio, Zac Yeates (Australia, 1997) en septiembre y una exposición colectiva comisariada por Javier Ruiz Perez más tarde en el año. Rolt insiste, son colaboradores, no fichajes. La plataforma cultural nueva no representa a artistas sino a proyectos. Un modelo al que su vecina Dilalica también se adhiere.
Más sobre The Curators Room aquí.
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Rolt y Catalán hablan sobre sus proyectos como ecosistemas vivos y sintientes. Evitan la afirmación absoluta. Trabajan para mantener el ego en su lugar. Optan por lo híbrido. Quieren revitalizar sus entornos respectivos, aportando lo que han aprendido en otros contextos lejanos a Catalunya y España, mediando entre lo aparentemente autóctono y lo aparentemente forastero. Sus nombres no aparecen frenéticamente en vinilo en sus espacios expositivos ni en digital en sus páginas web. Impulsan la participación colectiva y apuestan para que sean modelos sostenibles usables por las próximas generaciones. Están ya preparándonos por un porvenir posible por el cual están generosamente arriesgándose.
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