Una antigua fábrica textil ubicada en Badalona, la ciudad pequeña que se avecina Barcelona, es el huésped de un emocionante proyecto fundado por el artista catalán Guille Caivano y el artista inglés Luke Kelsey en marzo 2018. Más tarde, abrió sus puertas de manera oficial en octubre 2019 tras más de un año de reformas intensas habilitando el espacio adecuadamente para recibir a artistas residentes.
Para llegar a encontrar el espacio, hay que recibir indicaciones especiales. La primera vez que acudí a Groc Projects fue en agosto de 2020. Me invitaron dos ex-residentes, Ed Twaddle de Newcastle y su pareja Manu Grosso de Argentina, a ver el espacio. Me advirtieron ominosamente antes de llegar: «es un poco complicado saber dónde está…no lo vas a encontrar…escríbeme cuando estés cerca.»
Efectivamente fue imposible de encontrar. Ni Google Maps fue capaz de identificar bien la ubicación exacta. El número de la calle es casi imperceptible. No hay señales ni banderolas fuera. Solo una puerta de garaje completamente corriente e insospechada. Tras unos minutos de espera y algunas llamadas para ver dónde estaban los artistas, la puerta hace un sonido metálico y se abre glacialmente. Allí aparecieron, con varias disculpas ya preparadas.
Esta vez, en cambio, ya conocí el camino. Anidada detrás de la puerta de garaje de color granada existe una pequeña población de artistas que habitan distintos niveles del recinto que conforma Groc. Consiste en un complejo de ‘edificios,’ todos unidos por una serie de escaleras laberínticas. La palabra población es la adecuada porque la estructura es similar a la de una plaza: hay un espacio abierto en el centro rodeado por edificios con varias plantas, casi cada una de ellas habitada por un artista.
El espacio principal donde trabaja la mayoría de los residentes —lo que era la planta principal de la antigua fábrica— es igualmente laberíntico ya que consiste en una serie de paneles que sirven para dividir los estudios. No hay ninguno igual. Todos los estudios cuentan con una distribución y configuración espacial única y bastante punkie lo cual concuerda perfectamente con las raíces del proyecto.
Impresiona el hecho de que cada espacio mínimamente habitable —un armario, un trastero, un almacén— haya sido habilitado para ser un estudio. Hasta Caivano y Kelsey coexisten con los artistas residentes puesto que ellos mismos mantienen sus propias prácticas creativas y las desarrollan en sus respectivos rincones que pertenecen a los 600 metros cuadrados con los cuales cuenta el recinto. Groc significa ‘amarillo’ en catalán y hace referencia a la comunidad que existía en el espacio antes. Siguiendo con la noción de la población, los antiguos dueños lo bautizaron como el Barri Groc (‘Barrio Amarillo’) gracias a unas puertas amarillas que pertenecían al complejo.
Actualmente alberga a 18 artistas que abordan la creatividad desde distintas vertientes: desde la pintura abstracta y geométrica hasta el cine contemporáneo y la fotografía experimental. Miradas catalanas locales convergen con voces procedentes de otros lugares de Europa y Latinoamérica. Los nombres que conforman este gran tejido creativo son:
Giorgio Celin (Colombia); Connor Addison (Reino Unido); Esther Miquel (Catalunya); Gastón Lisak (Catalunya); Alberto Gil Cásedas (España); Iris Sanmartín (España); Carla Deltoro Garcia (España); Beatrice Simoncini Amado (España); Paulo Paes (Brasil); Laura Carreras Daura (España); Cristobal Ulatowski (Argentina); Julián Manzelli (Argentina); Irene Burdalo (España); Martí Castillo Barrieras (Catalunya); y Fernando Martínez y Juan González (un dúo de cineastas, Burnin’ Percebes, de España).
Según Gaivano y Kelsey, los inicios de su proyecto se caracterizaron por una voluntad de fertilmente promover la cultural visual de prácticas alternativas de artistas emergentes contemporáneos. Por eso, el espacio ha atraído el interés de post-grafiteros como Xavi Ceerre (Alcoi, 1988) y residente actual Esther Miquel (Barcelona, 1983) quienes exponen actualmente en el gran espacio expositivo al que se enfrenta el espectador al entrar en el recinto. La intención principal sigue resonando en la selección de artistas que llevan a cabo su práctica en Groc. Dicho esto, no hay ningún grafitero ni artista urbano propiamente dicho pero los rastros del arte pop y la subcultura se ven en los abordajes crudos, fluidos, confrontacionales y juguetones de los residentes.
Destaca la mirada post-cubista de Connor Addison (Londres, 1994) cuyo éxito comercial en galerías de Nueva York y Miami y colaboración con la Wynn Collection y la Recharge Foundation se debe a sus escenas épicas tejidas con una perspectiva profunda que remite a los paisajes oníricos de Giorgio de Chirico. Otro residente emocionante es Alberto Gil Cásedas (Zaragoza, 1991) con un minimalismo postindustrial que tuvo éxito en la última edición de SWAB Fira d’Art Internacional de Barcelona gracias a Espai Set d’Art; galería valenciana que representa al artista.
La exposición doble de Ceerre y Miquel, que lleva el título Pon el Ceerre al lado de un Miquel y que se alarga hasta el día 11 de este mes, va acompañada por un texto redactado por el mismo Caivano:
Es una exposición podría tener lugar en la misma calle. Dialoga con los lenguajes y códigos grafiteros y casi denota una creación de una semiótica subversiva y secreta. Unos tags casi irreconocibles por su distorsión celebratoria. Gracias a la crudeza natural del espacio, entra en armonía divina con las piezas que gozan de paredes blancas pero también de luz flúor/natural, un suelo lírico de cemento, altos muros industriales, etc. Los neones esparcidas de los cuadros de Ceerre bailan. Las pinzeladas panterescas de Miquel braman y susurran. Las estructuras esqueletales de las esculturas de Ceerre chirrían.
La estructura de la exposición ayuda a entender a Groc como una comunidad polifacética que se basa en la colaboración. Caivano aporta un texto. Una actual residente aporta una serie de obras. Un amigo de Groc viene para participar en una muestra. El día de mi segunda visita, encontré a los artistas junto a Caivano y Kelsey minuciosamente discutiendo la posición, orden y diálogo entre las piezas; un comisariado coral y despreocupado. Lo importante fue cuidarse de las obras, de encontrar una harmonía desobediente, de llegar a un acuerdo horizontal entre los cuatro. Me puedo imaginar que las pasadas y futuras exposiciones funcionen iguales.
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